quarta-feira, fevereiro 17, 2010

Ciencia y narración oral

La narración de un cuento es un momento, un instante fantástico en el cual la realidad toma unos derroteros alejados de la lógica enciclopédica y científica con la que, parece, estamos obligados a entender el mundo y hasta a nosotros mismos. De todas maneras esa idea, quizás, no sea tan correcta. El narrar un cuento no es un alejamiento gratuito de la realidad para imbuirse en mundos extraños y distantes; al contrario, nos adentran en los recovecos de nuestras propias existencias, como si nos convirtiésemos en investigadores inconscientes de aquellas cosas que no comprendemos y encienden nuestra curiosidad. La ciencia misma primero imagina lo que puede ser para, a continuación, tratar de darle existencia concreta. Las preguntas de la ciencia y las que surgen tras escuchar una historia parten de la misma curiosidad humana. La concreción de los resultados es lo que hace parecer estas dos visiones de la realidad humana como alejadas y, muchas veces, incompatibles.
Imaginemos por un momento un hombre del Neolítico mirando al cielo, preguntándose por la razón de su existencia en ese universo y tratando de comprender el lugar que ocupa entre todas las cosas extraordinarias que le envuelven. ¿Cuáles son las preguntas? ¿Cuáles las respuestas? Imaginémonos ahora un filósofo griego en la misma situación, especulando sobre la razón del ser y el existir. ¿Serán muy diferentes sus preguntas? ¿Y las respuestas? Sigamos imaginándonos la historia humana. Pongámonos en la situación de un astrónomo árabe o un teólogo cristiano. ¿Qué preguntas les abruman? ¿Serán sus respuestas las adecuadas? Y avancemos hasta la teoría de la relatividad, la cuántica, el big-bang, los agujeros negros... ¿No son acaso, todas ellas fruto de miradas externas que intentan responder a preguntas internas de la humanidad?
Del mismo modo, los cuentos plantean miradas hacia el interior de las personas humanas, ofreciéndonos una visión fantástica de las realidades que vivimos. Al igual que el científico imagina teorías para tratar de responder a inquietudes milenarias, el narrador imagina mundos fantásticos para plantear cuestiones que nos acompañan desde la misma existencia del ser humano. Dos caminos que, más que entrar en competencia, se complementan para entender, en definitiva, nuestro lugar en el mundo.
Tanto los narradores como los científicos deberían adentrarse en los caminos de unos y otros, ya que la ciencia es incomprensible sin mundos imaginarios, y la narración sin pensamiento científico. Allí donde termina la lógica, la fantasía complementa nuestras vidas. Y viceversa.

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