Al acabar la sesión un chico se me
acerca y alargándome la mano para felicitarme me dice: “¿Tú eres cómico, no? Y
yo: “No, soy narrador”, “Sí, pero un poco cómico ya eres”. Me quedé con la duda
si utilizó el término cómico como sinónimo de actor, o simplemente, como una
persona que hace reír. De cualquier manera me alegré porque un chico de catorce
años saliera a gusto de una sesión de cuentos.
Los adolescentes son personas que están
en el camino de aprendizaje entre la niñez y la madurez. Dudas, tropiezos,
preocupaciones, descubrimientos llenan sus vidas. Un aprendizaje difícil y sin
instrucciones. Y cuando aparece ante ellos una persona con la intención de
contarles cuentos, es lógico que desconfíen, ya que sospechan que les tratarán
como a niños. Los cuentos son cosa de niños, de “pequeños”.
Pero continuamente recordamos,
reivindicamos que los cuentos también son para adultos. Estos jóvenes, en
cambio, no son adultos, todavía. Se encuentran en una encrucijada, ni niños ni
adultos, en la frontera vital, náufragos en la conciencia de no ser
comprendidos. ¿A qué vienen entonces con “cuentitos”? Es un hermoso reto contar
historias en esa frontera existencial, con el pretexto de las narraciones,
ofrecer a jóvenes rebelados instrumentos para actuar en esos lindes de la vida.
El cuento no es un pasatiempos para niños o adultos, por el contrario un
instrumento maravilloso para ayudarnos a entender la existencia. Y contar
cuentos con adolescentes es entrar de lleno en esa dialéctica. Entonces quizás
seas un cómico, pero ¿no es acaso muchas veces la vida bastante cómica?
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA:http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130402/395535/eu/Nerabeak