quinta-feira, novembro 28, 2013
quarta-feira, novembro 27, 2013
Versos vs cuentos
Una vez, invitados por la ikastola de
Hendaia, nos propusieron al bertsolari (improvisador de versos cantados) Amets
Arzallus y a mí hacer una sesión de
controversia entre versos improvisados y cuentos contados. El procedimiento era
simple, cada cual teníamos que responder al otro desde
nuestra especialidad. Una propuesta interesante pero al mismo tiempo
complicada. Comencé yo contando un pequeño
cuento al cual respondió el bertsolari con un verso
improvisado, respondiéndole yo a continuación
con otro cuento. Así fue avanzando la sesión
encendiendo la curiosidad de los asistentes, así como la nuestra propia. De vez en
cuando un sudor frío recorría mi espalda mientras escuchaba al
bertsolari y rebuscaba en mi baúl mental un cuentecito para
responderle. Estaba convencido que a él se le haría más
fácil este trabajo, al estar ellos acostumbrados a estas controversias,
pero me sorprendió el comentario de Amets diciendo que a
él también se le hizo complicado, ya que según
escuchaba el cuento no podía decidir a qué
agarrarse para improvisar el verso. Un hermoso ejercicio para los dos, con la
oralidad en estado puro.
El
verso improvisado y la narración de cuentos serán, seguramente, los mayores
emblemas de la oralidad artística, uno en rima y el otro en prosa, representantes
de un mismo mundo creativo que nos llega desde antiguo. La oralidad ha sido
durante siglos la principal y, podemos decir, única forma de expresión de la
gente humana, transmitiéndose de este modo los conocimientos de la comunidad,
de lo cual sabemos algo los vascos al negársenos hasta hace bien poco el
derecho a ser alfabetizados en nuestra lengua. El verso improvisado y la
narración oral han sido instrumentos artísticos imprescindibles en esa
transmisión. Hoy en día, estas dos expresiones orales y artísticas han
evolucionado, sin perder la esencia del pasado, convirtiéndose en formas de
expresividad y creatividad contemporáneas equiparables a cualquier otra forma
de expresión artística. El ponerlas a crear juntas, muestra la incomparable
fuerza de la oralidad.Publicado originalmente en euskara en el diario GARA
segunda-feira, novembro 25, 2013
Que somos y no somos
Un amigo
vivió un suceso extraño. Como iba a casarse en el extranjero tuvo que
formalizar unos papeles en la embajada española; su sorpresa fue extrema cuando
le comunicaron que no existía. No podía creerlo, asaltado, de repente, por las dudas de su propia existencia. Nacido
fuera de España, en el exilio de su familia republicana, parece ser que no
existía registro alguno de su llegada al mundo. Pero él estaba allí, en carne y
huesos, delante de aquel funcionario. Y este se dirigía a él. No era, pero
estaba. Tenía nombre y lo nombraban. Parece ser que el exilio lo condenó a la
inexistencia.
El escritor
vasco Marc Legasse imaginó una linda metáfora con los contrabandistas y Euskal
Herria, en su obra “Los contrabandistas de Ilargi Zaharra”. Los contrabandistas,
como Euskal Herria, son pero no existen; transitan bajo la luz de ilargi zaharra, la luna llena, en un mundo
sin fronteras. Condenados a la inexistencia, caminan por senderos ocultos
conscientes de su propia presencia. Como las brujas. Unos hombres discutían en
un bar sobre la existencia de las brujas. Uno de ellos regresaba a casa echada
la noche, cuando se le aparecieron las brujas en el camino. Y se lo dejaron
claro: “¡Que no somos pero somos, aquí
estamos ciento cincuenta y cinco!”. Y una tras otra le fueron golpeando. Al
amanecer lo encontraron ahorcado de un árbol.
Del mismo modo los narradores y narradoras extienden, a
la luz de la luna llena, los nombres de lo que existe. Viajan a través de las
palabras. Y con ellas. Eduardo Galeano escribió que “quien sabe contar cuenta sabiendo que el nombre es la cosa que el
nombre nombra”. Y aun habiendo muchos narradores y narradoras, es difícil
conocer sus nombres. Como ese amigo inexistente, al narrador, a la narradora le
ocurre que tiene que reivindicar su existencia, su nombre.
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