El escenario tiene 7 metros de anchos
por 4 de fondo. Está vacío. Oscuro. Las luces de la sala descubren la vacuidad
de la escena. El público espera en las butacas. En pocos minutos comenzará el
espectáculo. El narrador mira entre cajas ese espacio vacío. Oye el rumor del
público. Está calculando el lugar más adecuado para situarse en el escenario. Cuál
será el recorrido que hará. ¿Cuántos pasos necesitará? Tendrá que ubicarse a la
luz de las luces como previamente han decidido. Antes de la entrada del público
ha estado repasando el recorrido para entrar al escenario. Ha imaginado el
público en el teatro vacío. Ha imaginado cómo empezar. El teatro vacio le
parece un libro en blanco. Y ahora, que el espectáculo está a punto de
comenzar, ha repasado todo en su mente. Pero hay algo que le preocupa, ¿cuál
será su primera palabra? ¿Comenzará con un simple saludo o utilizará una forma clásica
para comenzar los cuentos? ¿Cuál será el momento preciso para pronunciar esa
primera palabra? No puede precipitarse, pero tampoco puede perderse en un
silencio incómodamente largo. Sabe que hay un momento preciso, un momento que
se siente, concreto que, respirando y con naturalidad, deja salir la primera
palabra. Esa palabra será acompañada por un gesto o un movimiento, o no. Esa primera
palabra anunciará el espacio sonoro del narrador
Se apagan las luces. Se silencia el murmullo.
Se encienden las luces del escenario. Comienza el espectáculo. El narrador
respira profundamente y se adentra en el espacio vacío. Le acompaña la primera
palabra.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA