quarta-feira, setembro 24, 2008

el narrador como activista

Toda actividad artística está impulsada por una fuerza interior; por una necesidad personal de decir algo y exteriorizarlo. Esa expresión se materializará de distintas maneras: pintura, escritura, musica..., pero en el siempre empujadas por la necesidad humana de entender el mundo y expresarlo. Y así ha sido desde que la persona existe como tal. Podemos admirar las pinturas ruprestres, en su simplicidad, como expresión de esas preocupaciones. Desde entonces han sido múltiples las evoluciones de las formas expresivas, aunque en el fundamental, esa pasión no ha cambiado. Y puede ocurrir que se utilice bajo la misma necesidad el trabajo creado por otra persona, es decir, con la intención de exteriorizar esa reflexión ante el mundo y la vida. En este caso se producirá una filtración creativa, una recreación, de aquel trabajo original para adecuarlo a las necesidades o visiones creativas de esta segunda persona. En muchas actuaciones públicas podemos verlo: conciertos de música, recitales poéticos, actuaciones teatrales,y narraciones de cuentos, por poner unos ejemplos. Quien cuenta cuentos sabe, o debería saber cuando menos, que el cuento no solo es la historia que se cuenta, sino, y sobre todo, un pretexto para lo que verdaderamente se quiere contar. Quien cuenta cuentos debería preguntarse a si mismo para qué sirve contar cuentos; para qué sirve presentarse delante de alguien contando cuentos de aquí y de allá; para qué sirve pedirle a una o varias personas una porción de su tiempo para escuchar una historia que queremos contar. Una persona, joven o adulta, cuando nos ofrece una parte del tiempo de su vida, cuando deja su curiosidad en nuestra boca, cuando su estación es nuestra historia, habría que considerar este ofrecimiento con gran cuidado y respeto. Pero, y sobre todo, cuando, con el pretexto de los cuentos, nos exponemos ante los demás, nuestra preocupación y reflexión sobre la vida y el mundo será lo que le de sentido a ese acto comunicativo. La palabra vacía es como el papel que envuelve un falso regalo.
El narrador tendría que enfrentarse al acto de narrar como un activista, activista de la palabra. La palabra es la creación más humana para impulsar la relación entre las personas. La palabra puede impulsar las mejores acciones, pero también las peores. La palabra puede surgir de las bocas más oscuras, asi como de las más luminosas. La palabra nos situa en el mundo, y nos puede alejar de él. Quien cuenta cuentos sabe que la palabra es la representación de los pensamientos. Y en los pensamientos se acogen los deseos ocultos de las personas. El narrador, partiendo de esos lugares ocultos de la mente, debería, partiendo de la imaginación, descubrir que otros mundos son posibles; en caso contrario andará perdido en palabras vacias.
El narrador es un activista; deberá hacerle creer a quien le escucha que esos mundos son posibles.Territorios maravillosos, donde existen rios de leche y miel, donde todo es posible, donde buscar la felicidad no es una utopía. El narrador es un activista, y es su trabajo demostrar que los sueños no nos alejan del mundo, sino que por el contrario, nos ayudan a entenderlo. Y aquella persona que sabe imajinar otros mundos no le tiene miedo a nada.
Pero el narrador que no sabe imajinar, mastica chicles de menta, para esconder el tufo que desprende su boca.