quarta-feira, fevereiro 08, 2012

Los lugares de los cuentos


         Lo vi hace poco en una grabación. Me lo enseño un colega. En un mercado de abastos de Quebec entra una troupe de gente. La mayoría son músicos, tocando violines, acordeones, guitarras y distintos instrumentos de percusión, componiendo entre todos un hermoso pasacalles entre los puestos del mercado. Uno de los violinistas se sube, entonces, encima de una mesa que hay en mitad de una pequeña plaza que hay en mitad del edificio del mercado, y comienza a relatar una historia, mientras los músicos le acompañan. Cada vez más gente se arremolina en torno a la mesa, atendiendo al narrador que cuenta en rededor, con la voz y con el cuerpo, agitado, brioso. Cuando la historia está llegando a su fin, un mundo rodea la mesa, escuchando, bailando, observando. Al finalizar el relato el narrador se coloca una larga chistera desde la que sale un humo blanco cual chimenea de tren, y uniéndose al resto de los músicos continúan el pasacalles. Ese día el mercado más que un lugar de compra-venta, se transformó en una fiesta, por un momento siquiera.
         En estos tiempos en los que la privatización de los espacios públicos cada vez es mayor, ocupar la calle con alegría es hacer partícipes a los ciudadanos y ciudadanas del devenir de la ciudad que habitan y viven. Y contar cuentos es ayudar a llevar la imaginación a los espacios urbanos. Pero los cuentos necesitan también de otros espacios. Un espectáculo de narración creado por un narrador, una narradora, necesita de otros espacios. Relatar cuentos no es, sin más, maravillar a quienes escuchan con historias bonitas, y hasta interesantes. En condiciones inadecuadas se pierde el encanto de la narración. Un espectáculo de cuentos necesita espacios adecuados, para que la narradora, el narrador, puedan exponer su propuesta de manera digna, para que el público esté cómodo ante el espectáculo. Es precioso contar a la gente que transita de puesto en puesto, en mitad de un mercado, subido a una mesa, ya que ayuda a humanizar los espacios públicos; pero para humanizar los espectáculos de narración hace falta otros espacios, también. ¿Los teatros quizás?

Artículo publicado originalmente en euskara en el diario GARA