Un momento antes de comenzar la sesión
de cuentos, un alumno de la escuela donde ha estado aprendiendo a contar
cuentos con Itziar me pregunta si después de la intervención que van a hacer se
puede ir. Itziar le empuja a decirme la razón: “Los cuentos son aburridos”.
¡Dios mío!, publico difícil parece que va ser el de hoy. Pronto comenzaremos a
contar Yoshihira Hioki y yo una de las sesiones organizadas dentro del Festival Ahoz Ahoz, en Ordizia.
Comienza Yoshi, vestido con un traje japonés; como está estudiando euskara, ¡en
Barcelona!, decide comenzar presentándose en euskara, ante la estupefacción de
los presentes, tanto infantes como adultos. Antes que nosotros los alumnos y
alumnas de Itziar han contado los cuentos que tenían preparados. El muchacho
que tenía intención de escapar continua sentado escuchando a Yoshi, atrapado,
como los demás, por su narración. Ese muchacho no parece que tenga intención de
huir, ¿qué imágenes y sensaciones recorren su imaginario? Yoshi y yo nos
intercalamos en la narración. Resulta una sesión bonita. Niños y adultos salen
con una fina sonrisa.
Pero, ¿por qué tenía el niño esa idea
sobre las sesiones de narración? ¿Quizás porque es algo para niños pequeños?
¿Porque los cuentos son algo lejano a su mundo? ¿Qué será para él algo no
aburrido?¿Qué le han ofrecido hasta ahora? Los niños y niñas pre-adolescentes
de su edad son la mayoría de la misma opinión; pero, ¿Son los cuentos el
problema? Seguramente, los que andamos contando historias deberíamos pensar en
si al narrar nos adentramos en su mundo, o sus mundos; o, por el contrario,
intentamos atraerles al nuestro, como si fuese mejor. En vez de viajar juntos,
les obligamos a entrar en nuestro barco. Y eso, para viajar, es aburrido.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA