sexta-feira, fevereiro 22, 2008

¿Se liga contando cuentos?

En una de las muchas animadas charlas de alguna de las Maratones de cuentos de Guadalajara, salió, entre los vapores de zumo de cebada fermentado, la cuestión si se liga contando cuentos, o, para ser más exactos, por contar cuentos. Salvo alguna excepción excepcional, la respuesta era tajante: no.
Dada la natural atractiva imagen del narrador o narradora que existe en la sociedad, es decir, la de una persona culta, sensible, inteligente, interesante, buena conversadora, buena escuchadora, emprendedora, viajada..., era dificil enfrentarse a tal realidad tan diáfana. lo normal era que cada cual pensase que los demás eran las y los ligones; pero no, la epidemia llegaba al más recóndito lugar de la palabra dicha. Entonces surgía la pregunta: ¿Por qué entonces se piensa que por contar cuentos se liga más? Ay! Una de tantas preguntas de dificil o imposible respuesta. Mas nada hay que escape a la curiosidad de un buen narrador, por lo que me propuse dar con la respuesta.
Un hecho inesperado me puso en la pista, o para ser más exactos, me abrió las orejas. Estaba yo realizando un trabajo de campo en las fiestas de Oiartzun (un pequeño y bucólico pueblo rodeado de verdes praderas, justo al lado del que habito), a eso de las seis de la mañana. Apoyado en la barra de un bar, viendo el deambular de la gente, aguzando la vista para no perder detalle del extraño líquido amarillo y espumoso que mermaba en el vaso aferrado a mi mano, pude contemplar el entrañable encuentro entre dos personas de edad juvenil, de las cuales se podía contemplar, sin demasiada agudeza, unos ligeros resplandores sensuales, de los cuales, quizás, ni ellos mismos eran conscientes. Mas la labor de un narrador es estar en un permanente estado de observación total, es por ello que pude calificar aquella situación, la de la pareja por supuesto, de pre-encuentro, cuando menos, sentimental. Estando yo en estas tribulaciones creativas, y mientras volcaba mi interes pasajero por el vaso aquel que tenía hacía un corto tiempo olvidado, observé cómo la chica se disculpaba por un momento, alejándose a algun lugar distante (de lo que colegí que tendría alguna imperiosa necesidad corporal). Entonces ocurrió.
En el momento que aquella chica desapareció, el muchacho que la acompañaba se giró hacia mí rogándome: "Cuéntame un cuento para contarle a esa chica. Es que quiero ligar con ella". Una extraña sensación de euforia se apoderó de mí en ese momento. Después de tanto tiempo contando historias de aquí para allá, encontraba la verdadera razón de todo ello: ¡contar historias servía para ligar! Aunque para ello tendria que obviar un pequeño detalle, a saber, que quien iba a ligar con los cuentos no era yo sino aquel inteligente joven que había sabido encontrar el verdadero valor de la narración oral.
A partir de entonces, y sin poder desembarazarme de aquella excitación tanto artística como human, comencé a destilar por mi boca toda clase de historias supuestamente adecuadas para el empeño que se me proponía. El joven, mientras escuchaba, iba asintiendo o no, sobre la idoneidad de aquellos relatos surgidos de lo más profundo de mi memoria sensitiva. estábamos en ello cuando hizo aparición la, para entonces, ninfa de los sueños, no solo de aquel muchacho, sino de mí mismo. Olvidóseme abandonado en la barra madrugadora de aquel bar, pronto iluminado por las luces de alba, el vaso con su contenido, hasta entonces soporte y acicate de mis elucubraciones. involucréme totálmente en el objetivo de hacer de aquel encuentro un hecho inolvidable para aquellos jóvenes, quienes para entonces escuchaban abrazados mis más queridos relatos. Y antes de que reventará el día, partieron hacia un futuro cercado de sueños y aventuras maravillosas. Yo regresé hacia aquel fiel vaso, que aunque abandonado temporalmente, sabia que regresaría con él, antes de que la luz de un nuevo día nos anunciase otra historia más.
Este hecho, aunque anecdótico, me hizo concluir que en realidad contar cuentos SÍ sirve para ligar, aunque los que ligen sean los que escuchan. Pero ahí radica la increible labor de las y los narradores, la labor de que alguien en algún lugar del mundo, aunque sea por un momento, ¡eche un buen polvo! Y entonces me día cuenta de que en realidad yo en vez de contar tendrái que haber escuchado. Si hubiese atendido más en la escuela, en vez de hablar tanto...
(Continuará)


"Trabajando" duramente junto a Rodorin y Domingo Chinchilla en Sabiñánigo (Huesca). El arte de narrar no da descanso.