quinta-feira, abril 06, 2017

HILOS

            Una mujer joven se sienta en un banco de la plaza. Disfruta de la suave brisa y de un sol templado. No más está. Siente a una mujer mayor sentarse a su lado. Como ella, quizás, quiere disfrutar de esta tranquila mañana. Entonces, oye la débil voz de esa mujer que acaba de sentarse a su lado. “¿Sabes para qué se cuentan historias?”. “¿Perdone?”, pregunta extrañada la joven. “Las historias, si sabes para qué se cuentan”, le repite pausadamente. “Pues, no sé, para pasar un rato agradable”. “Si, eso es verdad; pero el verdadero valor de las historias es guardar el recuerdo de quien las ha contado. Eso decía nuestra madre. Al recordar un cuento, unos hilos invisibles te unen con quien la ha contado. Recuerdas su voz, sus gestos, su respiración y su mirada, y, de esta forma, siempre estará contigo. Eso decía nuestra madre.” La mujer joven, casi sin quererlo, está atrapada por las palabras de aquella desconocida. Mueve su huesudas manos en el aire, quedamente; la mirada perdida. Entonces, se gira y la mira a los ojos. “¿Sabes el cuento de Kukubiltxo? Nuestra madre nos lo contaba de pequeñas. Y cada vez que lo recuerdo me viene a la memoria mi madre. Su sonrisa, su tono de voz, sus gestos, y también su arroz con leche.” Y una pequeña sonrisa ilumina su cara. Ha comenzado a contarle el cuento; y la joven ha sentido unos hilos invisibles que la unían con esa mujer desconocida. Y ha sabido que al recordar ese cuento ella vendría siempre a su memoria. Para eso sirven los cuentos contados. Hilos invisibles.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA