Muchas veces andamos sin saber cómo dar
salida a una preocupación y, muchas veces, te encuentras metido en retorcidos
atajos, por ejemplo, ¿para qué demonios sirve andar contando cuentos? En esta
sociedad de consumo, ¿qué bienes produce la narración oral? ¿Qué le aporta a la
economía de mercado? Quien narra, ¿cómo puede explicar los beneficios de su
oficio a esta sociedad? Estas retorcidas preguntas te harán sentir náufrago; ya
que da la impresión de que estos oficios y actividades hay que medirlas en
beneficios cuantificables, o en los valores ético-morales que aportarán, o las
dos cosas al mismo tiempo. Se pondrá en duda en valor de la narración en sí
misma, o simplemente, ni se planteará, porque ¿qué valor tiene lo que no tiene
valor? Y cuando andas sin poder despegarte de esta telaraña, pequeñas sorpresas
llegan para ayudarte.
Me regala Carles un pequeño pero firme
libro, presentado como manifiesto por su autor Nuccio Ordine: La utilidad de lo inútil. Y han
comenzado a aclarárseme algunas cosas, creo. Los comentarios y propuestas de
Ordine traen algo de luz a esas tinieblas dubitativas en las que divagan las
ideas mencionadas. Ayuda a centrar las reflexiones y, al mismo tiempo, pensar en
torno a esta sociedad abocada a la ideología del utilitarismo. Me ha dado pie a
entender en cierta manera, por ejemplo, el por qué muchos cuentos y sesiones de
narración, especialmente dirigidas a niños y niñas, tienen los valores como razón
de ser, siendo esto su principal importancia. Las sesiones de cuentos en sí
mismas parece que no tienen valor; no ofrecen nada productivo a la sociedad. El
narrador ofrecerá a quien escucha su propuesta creativa, desde la belleza. Y en
esa propuesta artística ofrecerá directamente o indirectamente sus reflexiones;
pero ¿qué vale eso? ¿Cuánto? ¿Para qué?
Al llegarse a la conclusión de que eso
no tiene un valor cuantificable, entonces se tiene que convertir en “algo”, hay
que “cosificarlo”, para de este modo poder darle un valor. Por ejemplo, las
sesiones de cuentos que trabajan los “valores” pueden responder claramente a la
pregunta “Para qué”: para educar a los niños en valores necesarios. Así, lo que
no sirve para nada se convierte en necesario y útil. El pensamiento y las
propuestas artísticas valorarlas en función de sus valores económico-morales
nos lleva a tratar a las personas desde
un punto de vista utilitarista, infravalorando aquellas actividades humanas que
no son cuantificables: observar una noche estrellada, charlar a la orilla del
mar… O escuchar una historia.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA