sábado, junho 05, 2010

Libros viajeros


Hay en Colombia un maestro que acompañado de su burro, se dirige hasta las comunidades del entorno donde vive. Con el burro de las riendas, viaja por los caminos. Hace una gran burrada este maestro con estas salidas. A los lados de las alforjas del burro está anunciado: Biblioburro. La imagen más extendida de la incultura, la metáfora universal de la insensatez, el embrutecimiento hecho carne, el burro, viaja por los caminos cargado de libros, contra la incultura, sensatamente, dando aliento a la ternura. Esperan mayores y niños. Bajo el árbol, el maestro extiende los libros, para que, quien lo desee escoja uno. Mientras tanto habla de lo que ocultan y descubren los libros. Después de unas horas, carga de nuevo el burro y regresa a casa el maestro caminador, acompañando a su Biblioburro. En casa lo esperan cientos de libros apilados en cajas, esperando conocer esos caminos. No esperaran mucho; pronto subirán al burro, desperdigando palabras por los caminos.

En un banco de un parque hay un libro solitario. Quizás olvidado. No hay nadie en los alrededores. Llega un paseante y se sienta. Mira por encima el libro, curioso. Por pasar el tiempo, acaso, comienza a ojearlo. Al poco tiempo se encuentra totalmente atrapado en la narración. Tiene que regresar a casa y se lleva con él el libro, ya que no puede abandonar aquel libro sin conocer su última página. A los dos días lo deposita en el mismo banco. Se aleja. Llega una andarina. Se apercibe del libro. Lo mira por encima. Lo ojea.

El escritor Santiago Alba comentaba, en un desayuno-encuentro realizado en la Asociación Cultural Mikelazulo, que “estamos perdiendo el valor de las cosas”. Desechamos enseguida las cosas, sin darles tiempo a envejecer. No les damos tiempo para hacerlas nuestras, parte de nuestras vidas. Lo viejo está condenado; clasificamos, compramos y desechamos las vestimentas por temporadas; sin darle tiempo a tomar la forma de nuestro trasero, despreciamos la silla por pasada de moda. Y los libros escasamente duran un mes en los escaparates. Sustituimos el papel por la pantalla en aras de la novedad. El libro es una cosa que ocupa demasiado lugar y acumula demasiado polvo. Y las bibliotecas se tornan estudiatecas en época de exámenes.

Los libros, no obstante, no son, simplemente, un objeto; son las guaridas del pensamiento humano, y solo adquieren sentido cuando otra persona los lee. Los libros son expresión humana, buena o mala; para bien o para mal. El libro nos pone en comunicación intelectual con otra persona. Y el pensamiento necesita tiempo. El remojo del tiempo. Una biblioteca no puede ser un simple almacén. Un apilar de objetos. Tiene que ser la viajera de los caminos encima de un burro. El libro olvidado que enciende la curiosidad de los paseantes. La casa que le da tiempo al tiempo. El albañil que libera al pensamiento de sus cuatro paredes.