quarta-feira, agosto 21, 2013

La ministra

En la villa de Capbreton, en el departamento francés de Las Landas, hace ya veinticuatro años que organizan un festival de cuentos. Me sorprendió que en la inauguración de la edición de este año participase la ministra francesa de la francofonía. Independientemente de lo interesante o no de su discurso, lo que me sorprendió fue su aparición, ya que se me cuesta imaginar a una representación institucional de esa categoría en la inauguración de un festival de cuentos por estas tierras. Por supuesto que el festival no será mejor ni peor por ese hecho, pero estoy seguro que la dimensión de la narración oral sería de otro nivel. ¿Para mejor? ¿Para peor? La cuestión está en ser conscientes de cómo está en estos momentos.
            Quien quiera organizar un evento cultural de cualquier tipo sabe que la ayuda de la administración pública es incuestionable. Siendo el evento grande o pequeño, siempre necesitará, además de ayudas económicas, ayudas de infraestructuras, permisos y cuestiones por el estilo. A veces se resuelven sin grandes dificultades, aunque no siempre de la manera deseada, pero el evento saldrá adelante. Otras veces, no pocas, los problemas y las zancadillas serán lo habitual, para que ese evento no pueda llevarse a cabo, o se realice casi milagrosamente, normalmente, gracias al empeño de los interesados. Las razones esgrimidas por parte de la administración pueden ser múltiples, pero muchas veces, aunque no se diga claramente, la razón principal suele ser la antipatía hacia los organizadores. Quien ha lidiado con estas cosas lo sabe.
            Problemas aparte, la intervención de la administración pública en los eventos culturales es imprescindible, no por una simple cuestión monetaria, sino por la responsabilidad social de desarrollar una sociedad más culta, siendo la colaboración sincera con los agentes culturales de todo tipo uno de sus pilares. Para ello debería desarrollar unos criterios lo más objetivos y neutros posibles, que no se basen ni en filias ni en fobias las relaciones entre los agentes culturales y la administración pública tienen que ser equilibradas, sinceras y claras, para poder ampliar y extender los caminos de la cultura. Por desgracia estos mundos aparecen como contradictorios, enfrentados, perjudicando a ese necesario desarrollo cultural, perjudicando en suma a la sociedad misma.

            El problema no es que un ministro inaugure un festival de cuentos, el problema es que no sepa que existen.