En el teatro se suele mencionar la
cuarta pared como esa frontera invisible entre el escenario y el público, algo
que dificulta la comunicación. En la narración, en cambio, esa idea de la cuarta
pared es imposible, ya que el contar cuentos trae consigo una relación directa
con el público. Quien narra no podría contar sin contar con quien tiene
delante. En esa relación directa se construye la acción narrativa. El cuento
cambia, evoluciona sin cesar, en todo momento. El narrador traerá nuevas
aportaciones al cuento, a veces evidentes, otras veces imperceptibles, pero
cada sesión será diferente.
De todas maneras, la narración oral
tiene también su cuarta pared, seguramente más difícil de franquear que la del
teatro, por ahora al menos. Esa pared, ese muro es el de la invisibilidad. Si
preguntamos a una persona aficionada a los cuentos que no viva en las
poblaciones gipuzkoanas de Tolosa u Ordizia, sobre el Festival Internacional de Oralidad Ahoz Aho que recientemente ha
celebrado en esas localidades, seguramente responderá, extrañada, que no tenía
noticia de ello. Y no es de extrañar, ya que difícilmente habrá podido recibir noticias
de ello a través de los medios de comunicación, ya que en las secciones de
cultura de los mismos la narración oral no merece ni unas míseras líneas. La
información sobre los festivales de narración oral en Euskal Herria se escriben
con tinta simpática en las páginas de cultura. Las propuestas escénicas de la
narración oral contemporánea, sus debates, las sesiones para adultos se
esconden tras esa cuarta pared. Como en el teatro estamos necesitados de romper
ese muro que nos condena a la inexistencia, para reivindicar un arte vivo. En
este Día Internacional de la Oralidad, también.
Articulo publicado originalmente en euskara en el diario GARA