sexta-feira, agosto 13, 2010

Fais la fête


Viens, fais la fête

Viens dancer toujours
Célébrer l'amour

La Fête. Rodrigo Leão

Se oye un vals en las calles. Dos danzantes entrelazados, balanceando sus cuerpos, van por encima de las piedras. Van entre la gente, entre las estrechas calles, acostándose en las viejas paredes, y avanzan etéreos. Los músicos marchan de tejado en tejado; la cantante pasea en el aire por encima de los bailarines. La música entra a través de las ventanas, se detiene un instante en la cocina, se mezcla con la comida, y se va: “Viens, fais la fête/Viens dancer toujours/ Célébrer l'amour”. Se introduce en la piel de quien yace enfermo. Viaja entre los arcos de la plaza. Y los danzantes se deslizan de rincón en rincón. Leves cosquilleos asaltan las entrañas de las gentes. Se acercan imperceptiblemente. Séche tes larmes/Regarde autour de toi/Souris a n'importe quoi”. Y todo el mundo se abraza en una danza interminable. El vals permanece en el aire, en los cuerpos, en las almas. En un momento las calles se convierten en una fiesta. Las gentes bailan. La música se encarna en danza. La cantante en el aire: “Suis les mots du poète/ Prends la vie/ Fais la fête”

El escritor italiano Italo Calvino escribió Las ciudades Invisibles. Ciudades imaginadas e imaginarias. Marco Polo le cuenta al emperador Kublai Jan las ciudades maravillosas que ha conocido en sus viajes: “¿Qué son las ciudades para nosotros?- pregunta Calvino en el prólogo del libro -. Creo que he escrito un poema de amor a las ciudades, en estos tiempos en que son cada vez más difíciles de vivir como tales. Quizás estemos llegando a una crisis del modo de vida urbano y Las Ciudades Invisibles es un sueño surgiendo del corazón de las ciudades invisibles”. Puede ser que cada uno de nosotros tenga una ciudad invisible dentro de si, donde se resguarda de vez en cuando, con ánimo de hacer una vida incorpórea. Y, a veces, imaginamos esa ciudad intangible en las calles que caminamos. El escritor gallego Xabier P. Do Campo nos invita a visitar en su obra El libro de los Viajes Imaginarios, como metáforas de nuestros viajes interiores, distintos territorios y ciudades. “Por eso, los caminos que recorre el viajero son caminos que conducen al conocimiento y a la belleza, esa belleza que tantas veces es necesario rescatar de entre el mal y la miseria”. Una ciudad es un camino en si misma, el camino que cada ciudadano hace en su cotidianeidad. La ciudad imaginada necesita, sin duda, su viaje imaginado. Haciendo pasar por el cedazo de la imaginación sus calles, sus plazas, sus edificios, esa ciudad invisible se irá creando en nuestro interior. Ciudadanos imaginarios haciendo viajes imaginarios en calles imaginarias. En esa invisibilidad aparecemos ante los demás. Desapareciendo en el imaginario, reaparecemos renovados.

Ciudadanía, civismo, son palabras que últimamente se repiten demasiado en las declaraciones de muchos regidores municipales. En nombre de la corrección, del respeto. ¿Quién se opondrá a ello? Por supuesto, todos querríamos que nuestro municipio fuese un modelo de convivencia equilibrada, donde la libertad individual fuese la libertad colectiva. Ese equilibrio, en cambio, se hace sustentar en la ley, sin ninguna socialización, sin consensos ciudadanos, al hilo de una concepción unidireccional de la ciudad. Se construyen ciudades asépticas, ciudades del silencio. En nombre de la seguridad nos graban, nos controlan, nos silencian. Se crean ciudades del miedo; siendo el miedo la convivencia que nos imponen en nuestra sociedad. Miedo al paro, miedo al extranjero, miedo al otro, miedo a la pobreza, miedo a la soledad. Y crean ciudades del consumo, ciudades consumidas, felicidad de neón, para que nos sintamos seguros en los centros de ocio y consumo. Hemos dejado en manos de los publicistas la imaginación. Buscamos en bienes perecederos una supuesta vida cómoda y moderna. ¿Podremos hacer ese viaje, que menciona DoCampo, a la sabiduría y a la belleza? La ciudad que imagina cada cual es al mismo tiempo de uno mismo y de la colectividad. Crecemos en eso que imaginamos. Imaginar es la manera más radical de cambiar la realidad, en una ciudad que baila al ritmo de un vals: Ouvre tes portes/ Reçois la vie chez toi/ Gonfle ton coeur de joie.