sexta-feira, fevereiro 14, 2020

EL AMOR


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Suele ser algo normal que pidan contar historias de amor. Quienes contamos tenemos que tener en nuestro repertorio cuentos de todo tipo, de miedo, de aventuras, de humor, y de amor. La duda llega ante lo que entiende cada cual por una historia de amor. ¿Qué querrá que le cuente quien pide una historia de amor? ¿Qué entiende esa persona y qué uno mismo? ¿Qué es una historia de amor? 
Una vez, a ciertas horas avanzadas, estando en el pueblo de Oiartzun abrazado a una cerveza en al barra de una cantina popular, se me acercó un joven y, aprovechando que la chica con la que estaba había ido al servicio, me pidió que le contara un cuento bonito, para luego contárselo él a la chica, ya que quería ligar con ella. En mi interior se encendió la llama de la felicidad, ya que en ese momento tomó todo su sentido ser narrador. Le conté uno, no le convenció; otro más, tampoco; y otro, y otro. Entonces llegó la muchacha, y ahí estaba yo a ciertas horas avanzadas, a la vera de una cantina popular, contándoles historias a una joven pareja, intentando encontrar su bella historia. Se alejaron abrazados; y yo abracé otra cerveza.
¿Fue aquello una historia de amor? ¿Fueron para ellos cuentos de amor? Espero que así fuesen, o al menos que así los viviesen, porque les ayudaron en el abrazo. En el lugar menos romántico puede surgir un momento mágico que atraiga a los amantes. Quizás ese amor, ese deseo, desaparezca con el tiempo; en cambio, el momento permanecerá en la memoria, como una bella historia. Y ese momento no surgirá en un día señalado marcado por el mercado del amor, como si de un producto mercantil se tratara. Eso es un cuento de terror.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA