“Angola tem feitiço”, cuenta Dulce.
Habla con dulce voz, conversando con su memoria. Tiene la mirada viva y la sonrisa
lenta. Angola aparece en su mirada. Siendo aún colonia portuguesa viajo con su
marido y su hija. Todavía, a sus 87 años, lleva África pegada en sus palabras,
en el recuerdo, en las pupilas. Escuchando a Dulce, Angola se convierte en un
lugar maravilloso, un lugar lejano hechizado, donde todo es posible. Entonces,
Angola se convierte en el país de nuestros sueños.
“Nuestro tío abuelo solía comenzar los
cuentos con: “Había una vez en Checoslovaquia…”, cuenta Carles. Su tío nunca
estuvo en Checoslovaquia, en aquel lejano lugar, el cual seguramente sólo
existía en su imaginación. Y allí podía ocurrir de todo; allí, donde las
bicicletas tenían las ruedas cuadradas.
“Tenemos que ir a Panamá, oso. En
Panamá todo huele a plátano”. El pequeño Tigre convence al pequeño Oso para
conocer el lugar de sus sueños, en el precioso cuento ilustrado de Jannosch
“Oh, qué bonito es Panamá”. Los dos amigos vivirán una aventura maravillosa
camino de Panamá. Es que, es tan dulce el aroma a plátano…
Cada persona buscamos nuestro
territorio maravilloso, donde todo es posible. Ese territorio lejano, ya que el
cercano es el de la cotidianidad; pero allí, en la lejanía, en Angola,
Checoslovaquia, Panamá…, acontecen aventuras inesperadas. Y cuando alguien nos
cuenta lo que se sucede en aquellos lugares comenzamos un viaje extraordinario.
El narrador traerá a quien escucha aquellos relatos lejanos; sin embargo, ha
tenido que estar allí. Embarcado en el velero de la imaginación. Atrapado por
el feitiço.