sexta-feira, outubro 04, 2013

Mutis

Una vez, con ocasión de los premios Cervantes, por parte del Festival de narración oral que se celebraba en Alcalá de Henares, se propuso a los narradores participantes preparar algo con escritores premiados hasta entonces. A mí me tocó en suerte el escritor colombiano Alvaro Mutis. Comencé a leer las aventuras de Maqroll el gaviero, introduciéndome inmediatamente en esos territorios imaginados por el autor. Pero además de la obra, me interesé por la vida del autor, cosa lógica al tener que preparar algo sobre él. Y entonces me pareció que la verdadera aventura era su vida misma, interesándome lo mismo o más que su obra misma. El desvío de fondos de la multinacional Esso para proyectos culturales me pareció digno de cualquier personaje literario. Ese hecho le llevo a huir a México, donde no se libró de pasar quince meses en la prisión de Lecumberri. Durante esa estancia escribió Diario de Lecumberri. Ha muerto Alvaro Mutis, pero nos deja una obra genial, y sobre todo, el recuerdo de un escritor que podría ser un personaje de sus obras.

Salvando las evidentes distancias, cuando cuento para adolescentes, suelo sentir una sensación parecida, es decir, si en cierto momento no seré yo para ellos un personaje salido de cualquier narración. De hecho, contar cuentos es más que relatar una historia, las anécdotas personales o no, los pasadizos, las ocurrencias se convierten en parte de la narración, convirtiendo al narrador en parte de lo narrado. En el imaginario de esos jóvenes quizás ocurra lo mismo que en el mío con Mutis, convirtiéndome en un personaje ante ellos. ¿Qué quedará en su recuerdo, la historia contada o la imagen de quien la contó? ¿No ocurrirá a veces que esa imagen nos atrapa, nos domina? O quizás, quiero pensar, que en realidad la narración oral es esa simbiosis entre lo narrado y quien narra. Por la senda del binomio fantástico Maqroll/Mutis.

La Grande Oreille

Orejudo es un insulto pequeño, infantil, mientras no sea uno quien en el patio del colegio lo reciba claro. Las orejas como característica física, al igual que la nariz (recordemos a Quevedo), se han utilizado como recurso para reírse de la persona “afectada” y, en cierto modo, humillarla. Pero además de la evidente propiedad física, la oreja guarda dentro de sí un rasgo sensorial. Tener buen oído hará referencia a alguien con capacidades para la música, no tenerlo dificultará el cantar ante los demás, aún siendo colegas. Afinar el oído será necesario para poder escuchar mejor aquello que nos interesa. La oreja será ese saliente corporal, que como un balcón, nos asoma al exterior. Para los narradores suele ser conveniente que esa característica arquitectónica corporal, la tengamos bien cuidada, florida y adecentada, ya que las historias pueden surgir en cualquier momento y lugar.
La Grande Oreille es una orejuda revista, de oído fino. Se publica desde hace quince años en Francia y la narración oral es la razón de su existencia. Escriben y participan en ella narradores y narradoras francesas de primera línea, así como de otros países de la francofonía, que, como en numerosos proyectos del estilo, mantienen viva la necesidad de compartir informaciones y reflexiones sobre la narración oral. Desgraciadamente este proyecto, como muchos otros, se encuentra en una situación precaria, en peligro de desaparecer. Como advierten en el editorial del último número editado, necesitarían aumentar las suscripciones para poder seguir publicando. Como es lógico, muchas personas que no entienden el francés se les hará difícil apoyarles de esa manera. Pero eso no es lo verdaderamente importante, aunque necesario; el mero hecho de conocer la situación y difundirla, de tener empatía con un proyecto de esta índole, hace que realidades culturales como esta no caigan en la indiferencia, en la invisibilidad. La solidaridad no es algo que se construye simplemente con dinero, aunque sea necesario.
La narración oral, sea en el idioma que sea, está necesita de tribunas donde se reflexione, se divulgue, se diga. Necesita tener un lugar en la vida cultural, un lugar digno, atractivo, en el que reivindicar y demostrar su importancia dentro de las propuestas culturales y escénicas. Necesita reclamar el interés por ella en sí misma.

La narración oral necesita pensarse, necesita de grandes orejas, finos oídos para que su palabra se escuche claramente.