quinta-feira, maio 05, 2016

KALAKARI

         En Euskara a la pequeña tablilla que hay en el molino harinero, a la cítola o tarabilla, se le llama kalaka, onomatopeya del ruido que hace: kala-kala-kala. Cuando está en marcha, el molino repite sin cesar: kala-kala-kala. Con ese interminable kala-kala-kala habla el molino. Kalaka se refiere asimismo al infinito desparrame de palabras que se extiende hasta sacar de sus casillas a quien lo sufre. Y kalakari es la persona que lo produce. El kalakari no tiene compasión con el de al lado, su verborrea le entra por la oreja al cuitado que tiene enfrente hasta reventarle el cerebro. Como ese interminable y exasperante kala-kala-kala del molino. Mas el del molino se puede parar cortando el curso del agua y dando fin a ese interminable traqueteo de la cítora. ¿Cómo parar, en cambio, la palabrería del kalakari? Da la impresión que en esa lengua carnosa que hace la función de la tablilla del molino, acoge todos los diccionarios habidos y por haber. Grandes debates se forman sobre si el kalakari respira al hablar. Quizás emplea la técnica de la respiración continua que se utiliza al tocar algunos instrumentos de viento, como la alboka, la que sigue sonando mientras el músico respira. No hay tema sobre el que no opine convencido el kalakari y conoce, además, los sucedidos más curiosos. De la boca del kalakari surgen las palabras a velocidad punta, batiendo records. El kalakari sale de la misma horma que el kalanbriatsu y el kalapitalari. Es, al mismo tiempo, solidario con el tarabilla, versión castellana de la misma tablilla molinera, ese personaje que habla mucho y apriesa sin orden ni concierto. Cuando el tarabilla se junta con los tres vascos, estén donde estén, montan una kalamatika de la de dios es cristo.

         Es un gran riesgo para el narrador transformarse en kalakari, en tarabilla. Perdido en una borrachera de palabras, olvidando la razón de contar, puede convertirse en náufrago en el mar de la narración. Perdido el rumbo, mareado en el balanceo de las palabras, los cuentos golpearán como olas su embarcación maltratada, y el último lo hundirá. No sabiendo por qué ni para qué cuenta, del narrador solo se oirá: kala-kala-kala.

segunda-feira, maio 02, 2016

BERRITSU

            La palabra vasca berria podemos traducir al castellano como nueva-o y también noticia. De ahí deriva la palabra berritsu que podríamos traducirlo literalmente como "quien trae muchas nuevas, noticias", es decir, como hablador, aunque en el sentido de charlatán, es decir, hablador en demasía. A los niños que no paran de hablar y contar cosas se les suele llamar berritsu, de una manera simpática, casi tierna. Nos hace gracia oír a un niño, a una niña pequeña hablar sin parar. De todas maneras, ese infantil zambullirse en el idioma y en la necesidad de decir nos puede llevar de la sonrisa a la desesperación, sin saber cuándo callará. Entre adultos, en cambio, ese contar sin fin no parece tan simpático. El berritsu puede ser también un indiscreto, que nos calienta la oreja con cosas que nos importan un pito, hasta quemarla a veces. Berritsu es aquella persona que nos trae noticias sin parar, periodista hablador de mil sucedidos. Deportista de élite en palabrear. El berritsu continuará con su infinito decir aún en medio del concierto punk más atronador. Por mucho que la profesora intente acallarlo, el niño berritsu continuará hablando entre dientes. Berritsu es un gimnasta del idioma, élite del periodismo, cumbre inalcanzable de filólogos, competencia del murmullo acuático, promotor perseverante de la venta de aspirinas.

            ¿No seremos los narradores orales la intelectualidad de los berritsu? Más de una vez me han solido preguntar, después de una sesión de narración, extrañados, cómo podemos estar hora y media hablando sin parar. “Entrenando con los amigos”, suelo contestar medio en broma. Puede que los narradores seamos los berritsu del arte de la oralidad. De todas maneras, exige mucho trabajo atrapar de una manera artística al público en las garras de la narración, sin caer en la charlatanería, transitando en la cuerda floja de la charla.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA

KONTAKATILU

         Desde la mañana temprano el bar Paraíso era un ir y venir de gente. Los trabajadores y trabajadoras del cercano mercado, clientes del mismo, los que iban a uno u otro trabajo, o quienes, levantándose temprano, iban a otro tipo de quehaceres, se tomaban su tiempo para desayunar. O, simplemente, tomar un café. Al acercarse a la barra y pedir un café con leche, el viejo Patxi siempre tenía la misma pregunta: ¿En vaso o en taza?. La costumbre o las ganas del momento encaminaban la respuesta. El vaso o la taza marcaban el comienzo del día, los acontecimientos del día se recogerían en uno u otro recipiente, las anécdotas matutinas… ¡Cuántas historias se recogerían en aquellas tazas! Un recipiente de historias. En idioma vasco existe una palabra que recoge los dos términos: Kontakatilu. Podríamos traducirlo como taza de historias; pero en realidad no se refiere a un objeto, sino a una persona, es decir, a una persona que es una taza de historias, de relatos; una persona que cuenta, una taza que cuenta.

         El idioma es juego, juego de significados. Las palabras, como en la danza, se juntan, se separan, se vuelven a juntar, saltan, giran, juntas, agarradas. Cada una aporta su significado, creando otro al unirse. En constante evolución, en un viaje creativo. Kontakatilu, tiene en su interior el contar y el recipiente; sin embargo, siendo dos son una palabra. El o la kontakatilu guarda en su interior innumerables historias para contar y, como un mago, las hace aparecer por aquí y por allá, una anécdota, un relato, una experiencia, un cuento,… El kontakatilu nos hace vivir con el ilusionismo del decir. Pero hay que tener cuidado, ya que el exceso nos puede llevar a otro de los significados de la palabra, el de delator, el de chascarrillero, maledicente; el de hablador de palabras vacías. Entonces, el café con leche en vez de en una elegante taza, lo tomaremos en un vaso vulgar y corriente.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA