quarta-feira, setembro 04, 2013

Se fue el verano...

Llegó el invierno, dice una canción vasca. Bueno todavía no, ya que entremedio está el otoño. No vamos a decir lo que un colega narrador colombiano: "En Colombia hay dos estaciones, verano e invierno. Verano es todo el año; invierno cuando llueve". De todas maneras, en esta vuelta a la normalidad post veraniega, me entra la preocupación sino ocurrirá también aquí como en Colombia, pero en sentido inverso, es decir, que tengamos sólo dos estaciones, invierno todo el año y verano de vez en cuando. Y no me refiero al tiempo. Quienes nos dedicamos a las artes escénicas, la narración oral en este caso, vivimos en esa organización estacional. Todo el año invierno y a veces verano.
En estos momentos en que el verano meteorológico está llegando a su fin, no embarga la esperanza de que las actividades culturales tengan la importancia que merecen. La parada veraniega valdrá para reflexionar; las noches de kalimotxo generarán nuevas ideas locas; la arena de la playa ampliará los proyectos; los paseos montañeros clarificaran la mente; los viajes maravillosos abrirán fronteras. Quien pierde la esperanza pierde la ilusión de la vida.
Quienes andamos metidos en esto de las artes escénicas, la narración oral en este caso, escuchamos continuamente que pertenecemos al Club de la Queja Permanente, y quizás muchas veces demos argumentos a quienes nos ven así; pero ¿acaso no tenemos razones para la queja? La crisis económica no vapulea sin piedad. Si perteneciésemos a otro sector laboral y económico, se vería lógico nuestro malestar, pero parece ser que quienes hacemos un trabajo que nos apasiona y además cobrando, no tenemos muchas razones para quejarnos. Tenemos mucha suerte al hacer lo que hacemos.
Acaba el verano; las programaciones culturales retoman sus rutinas; comenzarán, esperamos, las llamadas y todo retornará a la normalidad. Si la cultura no escapa de esa normalidad corre el peligro de convertirse en culturismo.