Bernardo Atxaga mencionaba que sus
libros Obabakoak y El Hijo del Acordeonista, reflejan un
mundo que desaparece. Esta desaparición se lleva muchas cosas con ella,
palabras por ejemplo, palabras para denominar el mundo. Al mismo tiempo que el
mundo cambia, también cambian las maneras de mencionarlo, se renuevan. Al
principio se harán extrañas las nuevas palabras, inaceptables desde la
nostalgia de viejo pasado.
A menudo reflexiono sobre la razón de
ser de la narración oral contemporánea. ¿Por qué contamos cuentos aquí y allá?
¿Por qué recorremos carreteras retorcidas con un bagaje de cuentos? ¿Qué
función social cumple la narración oral en la sociedad actual?¿No tendremos una
nostalgia poética, épica a veces, de la narración oral de antaño? Me da la
impresión de que en vez de tener una importancia por sí misma, la narración
tiene que estar en relación a otras cosas, para que pueda tener una razón de
existir. La narración oral parece que, como si fuese una habitante de un mundo
de otro tiempo, está condenada a desaparecer como tal. ¿El aficionado a los
cuentos dónde y cuándo puede saciar su sed? Se menciona la crisis, pero el
problema va más allá. La narración oral, como otros sectores de la cultura,
parece que es prescindible. ¿Para qué gastar dineros en narración? ¿En qué nos
enriquecerá?
La narración oral contemporánea tiene
que hacer una reflexión sobre su actual función social. No es suficiente
reivindicar presupuestos más altos para la cultura. Exigir condiciones dignas
para contar, no es suficiente, si su función social está en entredicho. El
hogar en vez de fuego es de vitrocerámica, ¿cómo, entonces, contar cuentos al
calor de la lumbre, si ésta ha desaparecido?
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130205/386383/eu/Desagerpenak