sábado, outubro 31, 2015

Noche Negra

         Hace tiempo, en las oscuras y viejas calles de Mutriku, los jóvenes asustaban a la gente con calabazas iluminadas. Las calabazas había que robarlas de los huertos, vaciarlas después y hacer una cara espantosa en ellas, para después introducir una vela dentro e iluminarlas. Por la noche solo había que esperar en una esquina a que pasase alguien para darle un susto de muerte. Solía ser en la noche de ánimas. Así se lo contaban los viejos a los jóvenes que trabajaban para la recuperación de dicha celebración. La calabazas iluminadas fueron su representación. Y a la fiesta la denominaron “Gaba Beltza”- La Noche Negra. Una fiesta memorable, con distintas actividades, todas en torno a la muerte. Trabajaron en las escuelas el tema, y niños y niñas recogieron testimonios en casa, al mismo tiempo que confeccionaban calabazas de distinto tipo, para exponerlas después en los escaparates del pueblo. De todas maneras, perdieron mucho tiempo explicando que aquello no era una tradición copiada y traída de Estados Unidos. Y la fiesta triunfó.

         ¿Cuántas veces no habremos ignorado y arrinconado celebraciones tradicionales, sustituyéndolas por unas, supuestamente, más modernas? Con el tiempo nuestro imaginario se enriquece, cambia, evoluciona, como es lógico; el problema viene cuando ese imaginario cambia en función de las leyes del mercado. Las calabazas ahora no son de la huerta, sino trozos de plástico que mercadean con nuestra imaginación. Para que entren en la noche oscura.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA

sexta-feira, setembro 18, 2015

La estación de los abrazos

            Alguien les cuenta cuentos. Alrededor los niños y niñas le miran sumergidos en las historias. Más atrás algunos adultos atentos también. De vez en cuando algún niño pregunta o hace un comentario. Sucesos increíbles, aventuras maravillosas, anécdotas increíbles; acontecimientos que ocurren en territorios lejanos y desconocidos; personajes sorprendentes, monstruos pavorosos. ¿Qué no contará el narrador sentado a la vera de la vía férrea? La vía se pierde en el infinito de un paisaje interminable. Una multitud espera sentada en el camino de hierro. ¿Qué espera? ¿Quizás la llegada del tren? Espera en este lugar apartado donde no existe ni la estación, que realice una pequeña parada, encendida la esperanza. Mientras tanto escuchan e imaginan historias. La niña pregunta si ese esperado tren les llevará a esos lugares maravillosos que describen los cuentos. El narrador piensa unos segundos la respuesta, y cuenta una pequeña historia, donde los lugares deseados e imaginados los construye cada persona; pero, sobre todo, donde el cuento renace la esperanza en quien escucha, donde el tren no llega sino que se construye entre todos.
            La niña mira hacia la vía férrea interminable, coge la mano de quien tiene a su lado e imagina que allí, en la lejanía, hay una estación construida de brazos abiertos, esperando abrazar sus sueños.


Publicado originalmente en castellano en el diario GARA

quinta-feira, setembro 03, 2015

La cruzada de los niños de dios

Cuenta la leyenda que allá por el año 1212, 30.000 niños cruzaron Europa hacia el Mediterráneo para embarcarse a Jerusalem. Cuando llegaron a Marsella solo quedaban unos pocos miles, ya que el resto había muerto de hambre o abandonado la marcha. Quienes quedaron embarcaron en siete navíos. Cinco de ellos se hundieron a la altura de Cerdeña, los dos restantes se dirigieron a Alejandría donde los niños embarcados fueron vendidos como esclavos. Parece que en esta leyenda se basa el cuento El Flautista de Hamelin. Los historiadores nos cuentan que parece ser que si ocurrió algo así; pero que lo que está documentado es que hubo una migración intraeuropea de jóvenes y adultos desde Alemania. Estos eran campesinos empobrecidos y hambrientos en busca de nuevos lugares para vivir. La realidad no es tan épica. Cuando la historia se convierte en leyenda, ¿cuántas cosas se ocultan?
En estos tiempos miles de personas huyen del hambre y la guerra en busca de un futuro mejor. No hay fronteras impenetrables, a no ser la vida misma. ¿Cuál será la leyenda que se cuente dentro de unos siglos? El filósofo francés Bernard-Henry Levy ha comenzado a construirla. Según sus palabras, "(...) son candidatos a la libertad, enamorados de nuestra tierra prometida, de su modelo de sociedad, de sus valores, que claman Europa, Europa". Han comenzado a contar el nuevo cuento de El flautista de Hamelin. Ante eso, ¿qué historia contaremos nosotros?

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA

segunda-feira, abril 20, 2015

Oro

         Ulau, el Gran Señor de los Tártaros, asaltó en 1255 la ciudad de Baudac, venciendo al Califa que la gobernaba. El Califa era tacaño y por no gastar su oro, plata y otros tesoros pagando a sus guerreros, perdió la ciudad. Ulau, asombrado y enojado con tamaña racanería, ordenó que encerrasen al Califa en su torre, rodeado de todo su oro, plata y tesoros, sin otro alimento y bebida que todos ellos, ya que tanto los amaba. Murió al cabo de cuatro días. Así se cuenta en “El libro de las Maravillas” de Marco Polo.
         Midas fue el rey de Frigia entre los siglos VII y VI a.c. Dionisio le dio la capacidad de convertir en oro todo lo que tocaba, por la buena recepción dada a Silenio. El problema vino cuando la comida también se convertía en oro al tocarla. Le pidió al dios que le quitase esa capacidad, lo cual consiguió bañándose en el rio Pactolo.
         Son estas historias de antaño, en las que se mezclan la realidad y la ficción. Los dos relatos tienen algunas coincidencias. ¿La historia que le contaron a Marco Polo, no se estaría basada en el relato del rey Midas? Hay que tener en cuenta que Midas reinó en uno territorios cercanos a Baudac/Bagdad, los cuales recorrió Marco Polo muchos siglos después.
         El narrador, la narradora tiene en sus relatos el libro de las cosas maravillosas. Mezclará la realidad y la ficción, convidando a quien escucha a un viaje maravilloso. Para que contemos el mundo.

quinta-feira, fevereiro 19, 2015

La primera palabra

         El escenario tiene 7 metros de anchos por 4 de fondo. Está vacío. Oscuro. Las luces de la sala descubren la vacuidad de la escena. El público espera en las butacas. En pocos minutos comenzará el espectáculo. El narrador mira entre cajas ese espacio vacío. Oye el rumor del público. Está calculando el lugar más adecuado para situarse en el escenario. Cuál será el recorrido que hará. ¿Cuántos pasos necesitará? Tendrá que ubicarse a la luz de las luces como previamente han decidido. Antes de la entrada del público ha estado repasando el recorrido para entrar al escenario. Ha imaginado el público en el teatro vacío. Ha imaginado cómo empezar. El teatro vacio le parece un libro en blanco. Y ahora, que el espectáculo está a punto de comenzar, ha repasado todo en su mente. Pero hay algo que le preocupa, ¿cuál será su primera palabra? ¿Comenzará con un simple saludo o utilizará una forma clásica para comenzar los cuentos? ¿Cuál será el momento preciso para pronunciar esa primera palabra? No puede precipitarse, pero tampoco puede perderse en un silencio incómodamente largo. Sabe que hay un momento preciso, un momento que se siente, concreto que, respirando y con naturalidad, deja salir la primera palabra. Esa palabra será acompañada por un gesto o un movimiento, o no. Esa primera palabra anunciará el espacio sonoro del narrador

         Se apagan las luces. Se silencia el murmullo. Se encienden las luces del escenario. Comienza el espectáculo. El narrador respira profundamente y se adentra en el espacio vacío. Le acompaña la primera palabra.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA