terça-feira, abril 29, 2014

No hay nada

         Ocurrió en un pueblo pequeño que esperaban impacientes la llegada de un narrador. Era conocido aquel contador de historias, y allí donde iba la gente se agolpaba para escuchar sus hermosos relatos y su verbo florido. En las calles, tiendas y tabernas no había otra conversación. El domingo anterior al evento el sacerdote contó desde el púlpito parábolas bíblicas, avisando que esas eran las únicas narraciones que merecían la pena y advirtiendo que solo la palabra de Dios era maravillosa.
         Llegó el día. Media hora antes el pequeño teatro estaba repleto en espera del narrador. Cuando faltaban pocos minutos llegó. Entró en el teatro, pero en vez de acceder al escenario directamente, avanzó por el pasillo central. Los murmullos callaron en un silencio impregnado de curiosidad. El narrador caminaba ensimismado, tranquilo, como si no hubiese nadie. Por aquella pequeña escalera accedió al escenario. Colocándose en el centro miro al público expectante. Justo al dar la hora de comienzo de la sesión, el narrador respiró profundamente y con una voz quebrada dijo: “No hay nada”. Y descendiendo del escenario se alejo por donde vino.

         En los siguientes días, semanas y meses hubo comentarios e interpretaciones de todo tipo. Surgieron multitud de versiones sobre aquella sesión de cuentos; y los abuelos lo relataban a los nietos. En aquel pueblo nunca más contrataron un narrador de cuentos.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA