quarta-feira, dezembro 26, 2012

El cuaderno


Hay un hombre sentado en la esquina de la farmacia al lado de mi casa. Se sienta casi todos los días en una silla pequeña, pidiendo. Mejor dicho, pidiendo sin pedir. Mientras la gente pasa a su lado, sentado en su pequeña silla, el hombre llena las hojas de un cuaderno, sin reparar en su entorno, concentrado en su labor. Lo que escribe no es un trabajo de creación, aparentemente al menos. Al lado del cuaderno, apoyado en las rodillas, mantiene un libro abierto. Pasa el tiempo copiando ese libro. Lentamente y cuidando la caligrafía, pasa la mañana reescribiendo las páginas impresas. ¿Qué libro será? ¿Por qué lo copia? A la manera de los músicos callejeros, ¿es él un copiador callejero? ¿Acaso por una moneda ofrece una pequeña conversación, con el libro como pretexto?
         Hace unos días, estando en un instituto, explicaba a los jóvenes adolescentes que si querían crear una historia la curiosidad era imprescindible, que tenían que hacer preguntas. Que las historias se pueden encontrar en cualquier esquina o rincón. Hay cantidad de hechos cotidianos que pasan sin que reparemos en ellos, pensando que son intrascendentes. Al crear una historia, da la impresión de que tenemos que contar algo increíblemente original, y nos envolvemos en nosotros mismos para lograrlo. Pretendemos sorprender a los demás sin dejarnos sorprender nosotros mismos. Si queréis inventar una historia, les decía a los alumnos y alumnas, necesitáis tener todos los sentidos abiertos, reparar hasta en el acontecimiento más humilde y hacer preguntas sobre ello. El relato que buscamos lo encontraremos en la búsqueda de las respuestas. Y de esta manera, al contarlo sorprenderemos a quien lo reciba con nuestra sorpresa. O no, quien sabe, pero no lo sabremos si no andamos ese camino.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20121226/379588/eu/Koadernoa