En un cuento recogido a gitanos rusos
se explica por qué están los gitanos repartidos por el mundo. Parece ser que
una familia gitana viajaba con su carro repleto de cacharros y niños, llevado a
duras penas por un caballo flaco y débil. Debido a los malos caminos y al
balancear del carromato, de vez en cuando caían cacharros y hasta alguna
criatura. De día no había problema para recogerlos, pero durante la noche, la
oscuridad dificultaba la labor, por lo que se fueron perdiendo niños en el
camino, además ¿cómo llevar la cuenta de tantos niños? Y como la familia recorrió
el mundo de un lado a otro, así es como los gitanos se fueron repartiendo por
todos lados.
Preparando estos días una sesión de
cuentos gitanos, me da pie para reflexionar, como otras muchas veces, sobre el
contar historias de otras culturas diferentes a la mía. Los cuentos han servido
a todas las culturas para reafirmarse en su existencia y su identidad. Han construido
su historia oral a través de sus relatos y narraciones. Muchas veces esos
cuentos han sido adaptados de otras culturas, haciéndolos suyos. De este modo
descubrimos un cuento de los gitanos del subcontinente indio casi idéntico a un
cuento vasco. Las palabras han sido y serán viajeras, acompañantes de las
personas humanas. En el caso de los gitanos enseguida aprecias que sus relatos
no se circunscriben a un territorio concreto, sino que, como ellos, están
repartidos por lugares diferentes, sin perder su identidad, mas absorbiendo la
esencia del lugar y la cultura donde se encuentran.
Siendo un vasco no gitano, ¿cómo,
entonces, osar contar sus historias? Quizás, adentrarse en esos territorios fantásticos
sea la labor del narrador, para viajar a otros lugares. Acompañado de palabras nómadas.