terça-feira, maio 03, 2011

La maquina de hacer viento

Una amiga narradora me contó una anécdota maravillosa. Una tarde se acercó a una biblioteca ya que tenía allí mismo una sesión de cuentos, pero se quedó extrañada al no ver más que una niña. La niña tendría unos 6 o 7 años y estaba sentada en la primera fila, esperando los cuentos. La amiga no sabía muy bien qué hacer y se acercó a la niña a decirle que seguramente tendrían que suspender la sesión. Entonces la muchachita le dijo, firmemente: “Yo no he venido a escuchar cuentos, he venido a escuchar la historia de La casa de la máquina que crea los vientos”. La amiga estaba verdaderamente extrañada y le contestó que ella no sabía ese cuento. “Sí, -le contestó la niña, segura de sí misma-, tienes que saberla. Tu sabes historias y tienes que contarme esa, ya que de lo contrario mis amigos no creerán que esa casa existe, y pensaran que soy una mentirosa”. Y mientras esto le decía miraba a la narradora firmemente a los ojos., esperando la narración. “¿Y tú qué hiciste?”, le pregunté a la amiga. “Le conté la historia, claro; no iba a dejar que sus amigos pensasen que era una mentirosa”.

Contar cuentos e historias no es una actividad ligera; no es simplemente un pasatiempo. Una sesión de cuentos, no es una línea abandonada en una programación cultural; el narrador no es un cuidador de niños. Contar cuentos es dar salida a esas preguntas que desde la infancia a la senectud hacen su nido en nosotros, para que no vivamos en una gran mentira. Y eso es muy importante.

La relación entre la narradora y quien escucha va más allá de las palabras. Pero, ahora, quizás querréis saber qué historia le contó mi amiga narradora a la niña. Para eso tendréis que asistir a una de sus sesiones. O preguntarle a la niña.


Originalmente publicado en euskara en el diario GARAhttp://www.gara.net/paperezkoa/20110503/263628/eu/Haizearen-makina