Me cuenta Derrin que una novia
que tuvo le pedía un cuento en la ternura de la cama. Desde entonces no ha
vuelto a tener tal petición. Un amigo contaba un cuento que me escucho para
aparecer tierno con las chicas. En las fiestas de Oiartzun, al arrimo de una
cantina popular, de madrugada, un chico joven me pide un cuento: “Cuéntame un
cuento, para contarle a esa chica, ya que quiero ligar con ella”. A los diez
minutos, apoyado en la barra, estaba contando cuentos a la pareja, de
madrugada, en fiestas.
Como en el amor, en los
cuentos también queremos alejarnos a otros mundos, para poder estar en este.
Queremos recorrer los caminos de la ternura, para traer ternura a la vida.
Queremos andar los caminos de la fantasía, para tener una vida fantástica. En
los cuentos nos veremos en aventuras y situaciones increíbles, momentos
maravillosos, con personajes sorprendentes; como si fuesen sueños que nos
atrapan despiertos. Y como los sueños, nos rondaran, haciendo preguntas
incomprensibles, planteándonos cuestiones inquietantes.
Quien narra tiene un hermoso
reto ante si. Tendrá que llevar a quien escucha a través de territorios
deseados y soñados. No será suficiente,
sin embargo, sacar de su boca una palabra tras otra. No será suficiente hacer
odas a la belleza. Quien narre tendrá que reflexionar. Cavilar sobre la
importancia de la fantasía en la vida de las personas. Buscar dónde esconden
los cuentos la llave para transformar la realidad. Prepararse técnicamente. La
narradora, el narrador, no puede enfrentarse a su oficio con simpleza; para que
Derrin puede recuperar la ternura.