quarta-feira, setembro 07, 2011

Las Antípodas

“Oye, hace poco supe que las antípodas no es un país. Me lo aclaro mi tío; que si haces un agujero a través del mundo, pues… allí; en la Antártida o por ahí, Pero no es un país”. Antes de comenzar a contar cuentos en la Romería de Eskolunbe, en Araba, me lo aclaró en la cantina Pedro. Muy simpático, aún más después de trasnochar y tomando un café con “unas gotas”. Claro, alguien pensará: ¡Qué incultura!”; pero hablando del cuestiones de la huerta, ¿quién es el inculto? Pero más intrigante se me hizo lo que comentó después: “Yo también sé un cuento, pero no te lo voy a contar porque me pongo triste, ¡es tan bonito!”.

El andar de un lado para otra se hace cansado muchas veces, pero otras muchas tenemos encuentros bonitos. Conocemos gentes y lugares que, seguramente, de otra manera no conoceríamos, y nos cuentan cosas que no sabríamos, quizás, nunca. Contar cuentos no es ir de un lado para otro sin más y echar lo nuestro. Así como pedimos que se nos escuche, debemos, del mismo modo, saber escuchar. Contar cuentos no es, simplemente, relatar algo; es más que eso. Contar cuentos es buscar la comunicación, interactuar con quien escucha. Y la cantina de una romería, con una cerveza en la mano, es un buen lugar para interactuar. De lo contrario estaremos en las antípodas de la narración, pensando que es un país; sin adivinar que las antípodas es un territorio imaginario que cambia según dónde te halles y que, para vislumbrarlo, hay que agujerear el mundo. Entonces aprenderemos a contar cuentos. Quizás.

Y, probablemente, entonces, sabremos esa historia tan bonita que pone triste a la gente. O podemos ir a la romería de Eskolunbe, en Araba, el año que viene.

Publicado originalmente en euskara en el diario GARA: http://www.gara.net/paperezkoa/20110906/289163/es/Antipodak/

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