terça-feira, maio 14, 2013

¿Mentira? Verdad?


         Al contar con adolescentes suele gustarme, antes de finalizar la sesión, sacar las cartas del Tarot y pedir un voluntario. El voluntario, o la voluntaria se coloca a un lado de la mesa y yo al otro; y alrededor se posiciona el resto de la clase. Quien se ha ofrecido para el “experimento” se le nota algo nervioso; es normal, ya que se enfrenta, en busca de respuestas, ante sus dudas vivenciales. Los compañeros se muestran curiosos, pero aguzados por las mismas inquietudes vitales. Según se muestran las cartas, le hablo a la persona que tengo enfrente sobre aquello que demanda. El silencio se corta y la cara del voluntario, o voluntaria, así como los gestos sutiles, son reflejo de sus reflexiones. Al acabar y levantarse de la mesa el joven, la joven, se marcha en silencio, no antes de formularme la última pregunta: “Pero esto, ¿es verdad o mentira?”
         Contar cuentos es situarse ante las preguntas y dudas de la vida, transmitiendo estas a quien escucha, para que él también reflexione sobre las suyas. El binomio verdad/mentira nos pone ante lo absoluto; blanco o negro, izquierda o derecha. Estando las personas humanas fuera de lo absoluto, al ser un navío de dudas, el situarse ante esa dicotomía dificulta lo maravilloso de la vida misma, alejando su magia. Y los cuentos tienen en esa magia su esencia, su reflexión, apartando el binomio verdad/mentira, la belleza de los senderos dubitativos.
         Para contarle al adolescente que va a tener cambios en la vida y para ello contará con la ayuda de una o más personas, no hace falta, está claro, una habilidad especial para interpretar esas cartas que hablan desde la mesa, sino entender lo que significa ser un adolescente ante el porvenir. Nos gusta, en cambio, escucharlo con lo maravilloso de una historia. Los narradores, una cuadrilla de mentirosos. ¿O no?

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