¿Dónde está el escondrijo de los
cuentos? ¿En qué lugar se agazapan? ¿Quién los saca de allí? ¿Y cuándo? ¿De
quién aprender esa senda? Cuando una boca se abre y a continuación dice: “Ven,
¿quieres escuchar una hermosa historia?”; o, sin más, en medio de una
conversación: “El otro día me contaron una historia increíble…”, quizás,
entonces, sin querer, un relato se libera. Va por nuestros caminos internos
placida y suavemente. Y quedará enganchado en nuestro interior, esperando salir
en algún momento. Un día tendremos la necesidad de contarlo a alguien. Iremos
al escondrijo donde se agazapa, y lo traeremos de allí. Y de una boca a otra,
continuará su viaje interminable, en el espacio y en el tiempo.
A veces, en cambio, el camino hasta ese
escondrijo maravilloso se corta. Una boca calla. Un mundo desaparece. Entonces,
¿quién nos mostrará esos sucesos maravillosos que en el mundo fueron, son y
serán? ¿Cómo podremos aprender el lindo juego de las palabras? ¿Cómo
adentrarnos en las increíbles sendas de la imaginación? Alguien cae en la
cuenta del tesoro del olvido. Venderá nuevos recuerdos. Organizará el monopolio
de la palabra, disimuladamente, disfrazado con ropas atractivas. Se apoderará
de la palabra contada.
En las jornadas de oralidad Ahoa Bete
Hots, hemos tratado en esta edición el tema de la transmisión. Diferentes
oradores han planteado la cuestión desde el teatro, la canción, el
bertsolarismo y la narración oral. Interesantes y necesarias reflexiones, y en
todo momento planeaba en el aire una preocupación: ¿en manos de quién está la
transmisión cultural? ¿En función de qué intereses se organiza? Si abandonamos
nuestras palabras en bocas de otros, no nos quedará más que una imaginación
sordomuda. La senda cortada.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA
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