Alguien les
cuenta cuentos. Alrededor los niños y niñas le miran
sumergidos en las historias. Más atrás algunos adultos
atentos también. De vez en cuando
algún niño pregunta o hace un comentario. Sucesos increíbles, aventuras maravillosas, anécdotas increíbles; acontecimientos que ocurren en territorios lejanos y
desconocidos; personajes sorprendentes, monstruos pavorosos. ¿Qué no contará el narrador
sentado a la vera de la vía férrea? La vía se pierde en el infinito de un paisaje interminable. Una
multitud espera sentada en el camino de hierro. ¿Qué espera? ¿Quizás la llegada del tren? Espera en este lugar apartado donde no
existe ni la estación, que realice una
pequeña parada, encendida
la esperanza. Mientras tanto escuchan e imaginan historias. La niña pregunta si ese esperado tren les
llevará a esos lugares
maravillosos que describen los cuentos. El narrador piensa unos segundos la
respuesta, y cuenta una pequeña historia, donde
los lugares deseados e imaginados los construye cada persona; pero, sobre todo,
donde el cuento renace la esperanza en quien escucha, donde el tren no llega
sino que se construye entre todos.
La
niña
mira hacia la vía férrea interminable, coge la mano de quien tiene a
su lado e imagina que allí, en la lejanía, hay una estación construida de brazos abiertos,
esperando abrazar sus sueños.
Publicado
originalmente en castellano en el diario GARA
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