Con
el final del año Ojanko perderá el último ojo; para comenzar el nuevo con ojos
renovados, tantos como días tiene el año. Como un boxeador maltratado, así los
ha ido perdiendo este año, amoratados e inflamados, ya que, día tras día, la
paliza no ha tenido descanso. Al genio del tiempo de nuestra cultura vasca -y
de otras adyacentes-, en vez de tratarlo con ungüentos, lo hemos llenado de
maldiciones, improperios e insultos, enviándolo al rincón de la historia. Muchos de esos perdidos ojos
morados e inflamados, tenían la mirada de la cultura, y entre ellos algunos,
miradas de narración oral. Como ese boxeador que se balancea afectado por la
paliza, así andan las creadoras y creadores, esforzándose por no besar la lona,
agarrándose a las cuerdas, con la mirada borrosa, sin poder acertar de dónde vendrán
los golpes, con la esperanza de que toque la campana cuanto antes. El creador
ya no recuerda en qué asalto se encuentra en este combate que comenzó hace
tiempo. Pero aguanta en pie, las rodillas temblorosas, los músculos dañados,
las cejas reventadas, el cerebro rebotando en el cráneo; pero sin besar la
lona.
La
paliza recibida por la cultura este año que terminó, ha sido espectacular. El
combate, en cambio, no es nuevo, sino centenario. La narración oral, por
ejemplo, lleva tiempo contra las cuerdas de este ring. Peleando en el mercado
de tiempo libre infantil, haciendo de boxeador simpático, enseñando la sonrisa desdentada, pero vestido
con guantes de colorines. Mientras tanto la paliza continúa. Este año entrante
tendremos la vacuna, para poder aguantar el interminable siguiente asalto. Los ojos,
en cambio, continuaran morados e inflamados, sin poder conjurar la maldición de
Ojanko.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA
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