Ciencia y pensamiento mágico
Una vez pregunté a unos niños si sabían cómo se había creado el mundo. Era en una sesión de narración. Hubo distintas respuestas, pero la que más me impactó fue la de una niña que mencionó el Big Bang. ¡Y tenía seis años! Un niño habló de un tal Jesusito. Y, a decir verdad, la mayoría no abrió la boca. Por supuesto yo les dije que no tenían ni idea y que menos mal que yo estaba allí para contarles lo que “de verdad” ocurrió. De todas maneras quedaba en el aire la duda “pedagógica”. En una sesión de narración se dicen muchas cosas, además de contar cuentos. Se cuentan muchas mentiras y deshacen algunas verdades. Se reivindica un mundo imaginario y se conjura la realidad. Algunas sesiones son demasiado pedagógicas y otras nada. En la intencionalidad por lo menos. Simplemente, se cuentan cuentos, se habla con los asistentes, se intenta pasar un buen rato. ¿Solamente?
Podríamos mostrar las opiniones de los dos niños como percepciones distintas de un mismo hecho, aunque no tanto de ellos mismos sino de, seguramente sus padres. En el caso de la niña la ciencia sería el punto de vista válido a la hora de afrontar una cuestión meramente humana, es decir, ¿qué hacemos aquí? O, si se quiere ¿de dónde venimos? En la opción del niño vemos que la respuesta viene dada por una visión mágica de la vida. Dos puntos de vista que se sitúan en los extremos. Ahora bien, ¿quién ostenta la razón? ¿Sería posible un acuerdo entre los dos? No es factible, ya que la primera opinión se basa en que la ciencia es lo que da respuesta a las incertidumbres y dudas sobre el dichoso ¿de dónde venimos? La segunda opción nos emplaza a una visión basada en un “algo” superior creador de todas las cosas, el cual tiene las respuestas a todas nuestras dudas, solo hace falta “creer” en Él. Mas no podemos olvidar una tercera opción, la de los niños y niñas que callaron, esperando la respuesta. Y no siempre el que calla otorga. En cualquier caso, lo que verdaderamente importa aquí es el interés para saber. Para saber si es verdad lo del Big Bang, lo de Jesusito, o para saber lo que “verdaderamente” ocurrió. Y entonces entramos en el mundo de los cuentos, de la imaginación, de las no verdades, de las “grandes mentiras” de la creación humana. Y ahí lo importante no son las respuestas certeras, ni creíbles, ni tan siquiera verdaderas; lo verdaderamente importante es imaginar qué ocurrió, cómo pasó aquello, quienes intervinieron. Y aquello ocurrió hace tanto tiempo, que cualquier cosa es posible. Seguramente aquella niña y aquel niño de respuestas verdaderas que alguien les contó, olvidarían, siquiera por un momento, aquellas certezas y ellos también, como los demás, tratarían de imaginar otros caminos hacia el entendimiento. De esta manera podrían dudar y reflexionar sobre aquello que tan claro tenían. Pero bueno, eran niños. Se lo creen todo, dicen.
terça-feira, agosto 07, 2007
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