¿A dónde va el agua cuando se retira el mar?- preguntó la niña.
Al otro lado del mundo- respondió su tío con la sabiduría del adulto.
¿Y dónde está el otro lado del mundo?- insistió la niña.
Pues al otro lado del mar-respondió con seguridad el adulto.
¿Y, por qué va hasta allí? -continuó la niña- ¿No le gusta estar aquí?
No es eso. Lo que ocurre es que le gusta viajar; no le gusta estar siempre en el mismo sitio.
Entonces, ¿hará las maletas no?
El mar no necesita maletas.
Entonces, ¿cómo se cambiará de ropa? Si va siempre con la misma ropa andará hecho un guarro.
Pero como es de agua, siempre está limpio.
Entonces, la porquería que está en el agua, ¿de quién es?
¡Ay! Esa porquería la echamos las personas.
¿Las personas del otro lado del mundo también?
Sí, las de todos los lados.
Entonces, las personas somos sucias, y mi madre dice que no tenemos que ser sucios.
Sí, así es.
Entonces, el mar no se va porque le guste viajar, sino para huir de nosotros.
El tío le pregunta si quiere comer un helado.
Sí, de chocolate.
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