Estábamos en las labores de organización de la segunda fiesta de los narradores y narradoras vascas en Aramaio (pequeño pueblo alavés), cuando supimos que dos mujeres del pueblo habían hecho un trabajo de recopilación de cuentos en la localidad. Pensamos que sería una buena oportunidad para dar comienzo a la fiesta. Arantza Ozaeta y Divina Arriolabengoa habían visitado los caseríos, las casas recogiendo cuentos, un trabajo maravilloso además de necesario. Uno de esos cuentos se publicó en una recopilación de cuentos tradicionales del valle. En cuanto vi el título del cuento lo reconocí, aunque no lo había escuchado ni leído nunca; yo sabía ese cuento. El cuento se titulaba “Porque los búhos viven de noche”. ¡Dios mío! Yo conocía dos versiones, una china y otra americana, pero en estas, el protagonista era el murciélago. Es más, más de una vez había contado esa historia. Y ahora me sorprendía una nueva versión, tan cerca de casa.
En este mundo de la rapidez informativa, es maravilloso imaginar los viajes de los cuentos a lo largo del tiempo y los lugares. Viajes a través de países, continentes y gentes, en los que han ido enriqueciéndose de experiencias, cambiando, adaptándose, reviviendo. Hoy en día ensalzamos el hecho de que la información atraviese el mundo en un segundo; pero esa información carece de experiencia, no se ha empapado de tan largo viaje, no contiene la riqueza de esa experiencia. Los cuentos han viajado en las bocas de las gentes, y han crecido con un trozo de esas gentes. Llevan dentro de sí la vivencia de la lentitud, y eso les da fuerza. Desde China a Latinoamérica, pasando por Euskal Herria, o al contrario, el búho, o el murciélago, reflejan el continuo viajar humano. Al contar un cuento traemos los sonidos de las palabras migrantes. Sin fronteras.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA:http://www.gara.net/paperezkoa/20110614/272528/eu/Hontzarena
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