El surgimiento del habla será, seguramente, una de las evoluciones más importantes del ser humano. El cambio que supuso la concreción física del pensamiento en la comunicación entre los seres humanos, marcó, sin duda, el posterior devenir de la humanidad. A partir de entonces, los idiomas pasarán a ser uno de los instrumentos más importantes de dicha inter-comunicación, tanto personal como colectiva; siendo ese ímpetu comunicativo, esa necesidad de contar, una de las características más claras de la complejidad intelectual humana. De esa necesidad de decir, de contar, surgirán los cuentos, los relatos, las leyendas, los mitos; convirtiéndose todos ellos en una de las particularidades más determinantes de las culturas en constante evolución.
Durante el s. XIX, principalmente, comenzó en Europa un movimiento de recopilación de cuentos tradicionales, considerándose a estos como una muestra identitaria de las culturas asentadas y desarrolladas en cada lugar. Siendo como era la mayoría de la población analfabeta (y no digamos las pertenecientes a comunidades con idiomas no oficiales), la transmisión oral era determinante en la difusión cultural e identitaria. El País Vasco no fue extraño a esa corriente, comenzando las recopilaciones primero en la parte continental (Cerquand, W. Wester…), continuando después en la peninsular (Azkue, Barandiaran…). La importancia de los cuentos populares en la cultura de una comunidad no se ciñe únicamente a su valor lingüístico o literario, ya que a través de ellos también se difunden cosmovisiones, valores propios, conocimientos, particularidades y evoluciones para entender dicha cultura. Pero contar cuentos es también una actividad artística, es decir, una utilización creativa y bella del lenguaje, decir sin hablar, jugar con quien escucha, adentrarse en territorios imaginados. El valor de los cuentos en las sociedades tradicionales ha evolucionado con los tiempos, al mismo tiempo que la sociedad que los acoge, pero sin perder el valor de ese importante momento cuando se escucha una historia. Dicen que dios creo a las personas porque quería escuchar historias; así es de divino ese acto. Y quizás por eso mismo ha habido siempre personas que convirtieron esa necesidad en oficio, relatando cuentos de pueblo en pueblo, no sólo como un medio de transmisión cultural, sino como parte de su oficio, como artista creador, del mismo modo que los actores, cantantes o pintores.
En la sociedad moderna, con todos sus adelantos tecnológicos, aunque parezca mentira, no se ha perdido la importancia del habla. La gente quiere escuchar cuentos, quiere escuchar a alguien contar historias maravillosas; al margen de la velocidad cotidiana, tomar aire y perderse en un relato fascinante. El escuchar por boca de otra persona un bello relato, quizás, nos hace tomar conciencia de nuestra existencia humana. Seguramente en ello radicará la importancia de contar una historia a viva voz. Y esa actividad que nos llega desde la tradición tiene continuidad hoy en día.
La divulgación de los cuentos ha pasado de manos de los folkloristas al arte de los narradores orales. Aunque mucha gente siga pensando que escuchar cuentos es una actividad infantil, lo cierto es que cada vez abundan más los espacios donde se programan sesiones de cuentos para adultos y jóvenes. La narración oral ha pasado de los hogares a la escena, saltando al terreno de las artes escénicas. Y los narradores y narradoras vascas caminamos junto a ese movimiento que comenzó en Europa ya hace bastante más de veinte años. Eran pocos al principio, tres o cuatro, pero hoy en día los narradores y narradoras vascas ofrecen sus propuestas narrativas en bibliotecas, casas de cultura, teatros, bares y demás lugares. La narración oral vasca ha atravesado nuestras fronteras presentando sus espectáculos tanto en distintos lugares de Europa como en otros continentes, llevando a esos lugares cuentos tradicionales y modernos.
Queriendo mostrar esa realidad a la sociedad vasca, hace seis años la asociación Kontalariak organizó la primera Fiesta de los Narradores vascos en Getxo (Bizkaia). Después vinieron más, Aramaio, Pasaia Donibane, Etxalar y Bermeo; siempre con la idea de la palabra festiva e itinerante, de la que participan tanto los narradores como los que se acercan a ella. Este año la palabra viajera llega a Legutio, en Araba, donde se extenderá por todos sus rincones, demostrando que aún siendo una actividad remota, la narración de cuentos sigue hoy en día felizmente viva. Para demostrar que los cuentos no tienen edad. Porque el ser humano gusta de escuchar cuentos, pero, sobre todo, porque necesita escuchar por boca de otros relatos maravillosos. Este año Legutiano será la capital de ese reino.
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