El hijo ha salido a cazar focas por una larga temporada. Lejos. Su madre y su esposa se han quedado en solas en la cabaña. La suegra ha confeccionado un pene con el hueso de una foca y lo ha recubierto con la fina piel de la misma; y se lo ha colocado. Ocupando el lugar del hijo, ella es la que va a cazar focas y, al regresar, entra en la cabaña y abriendo el abrigo de piel, le enseña los pechos a la nuera y le susurra: “¡Ven cariño!”
Este viejo cuento inuit muestra que
las cuestiones de identidad sexual no son de ahora. Es verdad también, que el
cuento no termina muy bien, ya que al regresar el hijo, piensa que su madre
está endemoniada y la mata. De todas maneras, la respuesta que le da su esposa es
para tener en cuenta: “Pero, ¿qué has
hecho? Has matado a mi marido”. Da
que pensar al menos. Como este cuento hay, en cada cultura a lo largo del
mundo, multitud que nos hablan sobre las
relaciones sexuales, muchas veces de una manera cruel. También es de los inuit
la historia de dos mujeres que huyendo de los malos tratos del marido de las
dos, deciden vivir juntas, escondidas dentro de una ballena varada en una playa
pedregosa. O aquel cuento amazónico, que nos cuenta la historia de una joven a
la que no le interesaban los chicos de su aldea y se daba placer a sí misma. Los
relatos que nos hablan del deseo de vivir cada cual su sexualidad con libertad,
están extendidos por todo el mundo, en todas las culturas. Desgraciadamente, el
poder vivir una sexualidad no heteronormatiba en libertad no es posible. Y eso
no es un cuento.
La libertad es, quizás, poder susurrar sin
miedo: ¡ven cariño!
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA
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