“Había un vez en Checoslovaquia…”, comenzaba los cuentos un tío-abuelo de Carles. Nunca supo Carles la razón por la que situaba las historias maravillosas en aquel país; quizás, porque para su tío era un lugar lejano y extraordinario; o porque, simplemente, el mismo nombre le resultaba atractivo. Pero de pequeño, para ellos Checoslovaquia era un lugar maravilloso, donde todo era posible.
Las
geografías fantásticas son construcciones de nuestro imaginario, que se
alimentan de la realidad para crear realidades imaginadas. Países maravillosos,
lugares inquietantes, rincones pavorosos, todos son necesarios para las
historias. Podríamos decir que no existe relato sin una geografía imaginada. Y aunque,
muchas veces, esas geografías sean reales, construimos con ellas una estructura
imaginada. Conocidos son el Macondo de García Márquez, el Obaba de Atxaga; o Itaca, el lugar del regreso. Quien cuenta necesita
un territorio para su narración.
Tengo
entre las manos un pequeño libro: Geografía
para niños. Demostrada y adornada. 46 mapas y 170 viñetas. Esteban Paluzíe y
Cantalozella. Editor Faustino Paluzíe. Barcelona 1901. En el mismo se
describen lugares y países de una manera breve: habitantes, economía, situación
política…; pero lo más interesante es la definición del carácter, donde se expresa
claramente la idea del autor sobre el país y sus habitantes:
Rusia: La rivalidad de razas y religiones y
el atraso general de los rusos, la hacen débil. Estados Unidos: Es el país de
los millonarios, de los anuncios y de las excentricidades. China: Es la China
uno de los mayores imperios del mundo, aunque dista mucho de ser una gran
potencia.
Checoslovaquia
no aparece.
Publicado originalmente en euskara en el diario GARA
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