sexta-feira, outubro 23, 2009

La felicidad contada

Me propone Jaione dar una charla en el local de jubilados de mi barrio, Galtzaraborda. Me comenta que a los jubilados normalmente se les proponen charlas relacionadas con la salud y cosas de "mayores". En esta ocasión se le ha ocurrido, en cambio, proponerles una charla-sesión de cuentos, y hasta ha pensado en el tema: La felicidad.
Me entusiasma la idea. Le hablo de una tema que hace tiempo me ronda en la cabeza, la memoria. Es curiosa la memoria humana. Existe la memoria negada y la memoria recordada, pero también la memoria olvidada. En estos tiempos se habla también de la memoria histórica, tema apasionante (en mi caso por lo menos). La memoria olvidada en cambio, tendría que ver con la cultura que cada persona adquirimos, consciente o inconscientemente, y que está entroncada con nuestras vivencias, así como en nuestra relación con la comunidad que habitamos. La idea me vino a la mente al escuchar a mi madre como recordaba los cuentos y las historias que les contaban sus padres. Diferenciaba los relatos de la madre, cuentos más "clásicos", como Cenicienta y Kukubiltxo, con los de mi abuelo, los cuales no eran cuentos sino hechos reales, relacionados con las brujas y otros sucesos fantásticos, muchos de ellos hoy en día evolucionados en leyendas urbanas. Todo esto me lo contaba, y lo recuerda todavía de vez en cuando, después de comenzar yo a dedicarme a la narración oral. Yo no recordaba que nos hubiese contado nunca este tipo de cuentos (aunque la capacidad narradora de mi madre es infinita). Muchas de las cosas que suele comentar las conocía yo de haber leído compilaciones de cuentos vascos. Es el caso de Kukubiltxo, un relato que yo conocía de leerlo, y al escuchárselo a mi madre la mandíbula se me cayó al suelo ante la sorpresa de que lo conociese; es lo que tiene no preguntar. Algo parecido me paso con las Kutunak. Una kutuna, o Kuttuna, es un amuleto que se le pone a los niños para protegerles de los males de ojo. Eso lo aprendí yo leyendo a Jose Miguel de Barandiaran, y cuando le pregunté a mi madre si sabía lo que eran, me contestó: "Pues claro; yo os lo ponía en el pañal, una medalla de la virgen". De repente, con todas estas informaciones, que yo buscaba fuera y resulta que las tenía en casa, me dí cuenta que tanto yo como mi madre pertenecíamos a una suerte de mundo mágico del que no éramos totalmente conscientes. Con lo que me contaba mi madre me asaltó la idea de la memoria abandonada en torno al bagaje cultural que la generación de nuestros padres recibieron, y arrinconaron en algún lugar de la mente, con la idea, consciente o inconsciente, de que eso eran cuentos viejos ("Kontu Zaharrak" se dice en euskara), de otra época; los cuales, ante la nueva sociedad "moderna", en la que los "estudios" eran lo verdaderamente culto e importante, no tenían casi ningún valor. Este descubrimiento me hizo reflexionar sobre la necesidad, no tanto de la labor de recuperar esas historias, sino en la importancia de reivindicar esa memoria abandonada por la generación de nuestros padres, una memoria que nos entronca con una tradición cultural desarrollada y enriquecida a lo largo del tiempo. La importancia radica en que esa generación, y las venideras, dé valor a ese bagaje cultural, que se reconozcan en sí mismos como propietarios y transmisores de un tesoro cultural que ha llegado hasta nuestros tiempos, "por encima de las zarzas y por debajo de las nubes" (como reza la fórmula de las brujas vascas, y otros lugares pirenaicos, para salir volando).
Por eso me entusiasmo la propuesta de Jaione. Tener la oportunidad de tratar el tema ante gente de esa generación, aprender de ellos y ellas, y al mismo tiempo disfrutar contando yescucahndo historias, es algo que no se puede dejar pasar. Además, siendo un barrio de emigrantes venidos en los años sesenta desde distantes puntos de la península, principalmente Extremadura y Castilla, me da la oportunidad de viajar fantásticamente tanto por geografías como culturas distintas a la mía. Y la propuesta del tema "La Felicidad" enraiza maravillosamente con el espíritu narrativo, ya que ¿no es la fantasía una manera de buscar la felicidad? Una generación marcada por la guerra y la posguerra, encontraría en los relatos contados una manera de imaginar un mundo mejor. Eso es lo que supongo y lo que me gustaría descubrir en ese encuentro.
Recuperar esa memoria abandonada quizás sea una manera de recuperar los caminos hacia la felicidad; confiar en que la humanidad no es ese ente lleno de envidias y maldad que nos quieren hacer creer, sino una comunidad que evoluciona buscando e imaginando un mundo más justo, donde todas las personas puedan disfrutar de su existencia; a pesar de aquellos que piensan que la vida es aquello que se cuantifica en tasas de interés bancario.

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