Hace ya unos años me llamaron para contar cuentos en Mutriku, pequeño pueblo costero de Gipuzkoa. La razón de la propuesta era que ese año habían comenzado a celebrar la noche de difuntos con una serie de actos relacionados con la muerte. A la fiesta la denominaron "Gaba Beltza", la Noche Negra. Acepté encantado, por una parte por el tema en si mismo, y por otro lado porque me encantan este tipo de celebraciones que organizan colectivos con el único afán de organizar eventos de carácter popular. como emblema de la fiesta adaptaron la calabaza sonriente. Este hecho les supuso algunas críticas, ya que mucha gente lo identificaba con eso que han denominado Halloween, fiesta que los estadounidenses han sabido exportar maravillosamente, sobre todo en su vertiente consumista. Pero ellos se defendieron diciendo que, en realidad, lo de la calabaza sonriente y luminosa era una tradición que se llevaba acabo no hacía tantos años en el pueblo, ya que algunos mayores les comentaron que solían robar calabazas de los huertos (no valía si no se robaba je je je), y después de vaciarla y hacerle una cara, para después iluminarla interiormente con una candela, salían a las oscuras calles del pueblo a dar sustos a la gente. Me asombré con esta revelación, ya que yo pensaba lo mismo que los críticos. Pero mi sorpresa fue mayor cuando se lo comenté a mi madre y ella me dijo que ellos de pequeños también hacían lo mismo. Y confirmé esto cuando otra señora mayor de mi pueblo, volvió a repetirme la misma tradición.
Todo esto hizo que me preocupará, aún más, en torno a la cuestión de cómo abandonamos unas costumbres y festejos populares, con sus bagajes de mitos, imágenes, tradiciones, en pos de una supuesta modernidad, para adoptar otros que nos imponen sibilinamente, los mercados culturales. Grandes centros comerciales, medios de comunicación, películas y demás dinamizadores mercantiles, terminan por hacernos creer que lo que ellos promocionan es lo último y más moderno, sin lo cual viviríamos en la antigüedad, desconocedores de los últimos adelantos festivos.
La globalización cultural y la promoción de valores basados en el consumo es hoy en uno de los problemas más acuciantes ante los que nos enfrentamos, ya que nos educan desde niños por caminos donde la imaginación y la fiesta pasa por caja. La recuperación y revalorización de las tradiciones no tiene por qué ser una vuelta al pasado, ni una reivindicación de la idea que "antiguamente se vivía mejor", con todas sus connotaciones conservadoras; sino, un trabajo de vuelta a la evolución y transmisión de la cultura desde unos parámetros no consumistas, sino que entronquen con la realidad de las gentes y con una sociedad que se reconozca en sí misma, y no en el espejo del consumo.
Por eso me lo pasé estupendamente en la "Noche Negra". Y por todo ello aborrezco de este "Halloween" de mercadotécnia.
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