“Puedo tomar cualquier espacio vacío y
llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras
otro lo observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto
teatral. Sin embargo, cuando hablamos de teatro no queremos decir exactamente
eso”[i].
Con estas palabras abre Peter Brook su conocido ensayo “El espacio vacío”.
Por supuesto esto no es más que el principio, a partir de aquí nos ofrece una
hermosa lección sobre el arte teatral. Pero por ahora quedémonos con esa
reflexión, es decir, ¿de qué hablamos cuando hablamos de teatro? Comencemos por
la simplicidad, por el hecho teatral en su concepción básica, como hicieron
Eugenio Arozena y Xabier Lete en su trabajo dramático “Antzerkia deuseztik izatera” (El teatro de la nada a la
existencia”, obra escrita para el grupo teatral Intxixu. En este trabajo
escénico planteaban un recorrido por distintas expresiones escénicas y
teatrales desde las representaciones prehistóricas hasta la época
contemporánea.
Esa
concepción vacía de la acción teatral que plantea Brook quizás pueda
entroncarse con aquellas representaciones prehistóricas, cuando aquella
simplicidad era suficiente para expresar las preocupaciones y reflexiones sobre
la existencia humana y su lugar en el mundo. Con la evolución de la Historia,
el teatro evolucionó también. Se fue llenando aquel espacio vacío. El escenario
se cubrió con un edificio. Ese edificio se convirtió en un espacio elegante. Y
con ello, el hombre que cruzaba el escenario perdió importancia en beneficio
del continente. Asistir al teatro se convirtió acudir a una estructura
arquitectónica. Aun espacio lleno, lleno de cosas. “Decimos que el cine mata al teatro tal como era cuando nació el cine,
un teatro de taquilla, salón de descanso, asientos con bisagra para permitir
libremente el paso del público, candilejas, cambios de decorado, entreactos,
música, como si el teatro fuera por propia definición esto y poco más”.
Ya
hace años que el escritor inglés publicó ese importante trabajo y propuesta
teatral. Hace años, también que la pareja Arozena-Lete propusieron ese viaje
escénico para salir de la inexistencia. En estos momentos que presentan los
presupuestos institucionales se vislumbran también viajes de retorno, hacia la
nada, el vacío. El teatro se está convirtiendo en un escenario vacío. Ahí están
los edificios, con sus ventanillas, asientos reclinables, telones y decorados;
pero si uno se coloca en mitad de la platea no escuchará los pasos del hombre
que cruza el escenario. Ni el juego parateatral de Xelemon. Percibirá el teatro desnudo, ya que los actores están en
la calle, fuera del edificio, representando la nada.
Artículo publicado originalmente en euskara en la revista ARGIA: http://www.argia.com/argia-astekaria/2302/antzerki-biluzia
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